Hostname: page-component-54dcc4c588-r5qjk Total loading time: 0 Render date: 2025-10-06T08:14:10.274Z Has data issue: false hasContentIssue false

Vasijas rituales para pulque: Análisis de un símbolo estandarizado en el Templo Mayor de Tenochtitlan

Published online by Cambridge University Press:  06 October 2025

Diego Matadamas-Gomora*
Affiliation:
Department of Anthropology, Tulane University, New Orleans, LA, USA
Rights & Permissions [Opens in a new window]

Resumen

En el recinto sagrado de Mexico-Tenochtitlan, capital del imperio mexica (Azteca), se han recuperado 18 vasijas trípodes con aletas al interior de diversos contextos rituales. El estudio cuidadoso de sus atributos iconográficos, formales y contextuales revela que estos objetos estaban vinculados directamente con el pulque (una bebida alcohólica producida con la savia fermentada del maguey) y sus deidades, además de descifrar su función ritual dentro del discurso simbólico de este importante espacio de la ciudad. Se concluye que estas vasijas reflejan dos aspectos simbólicos del pulque, los cuales están determinados por la materia prima con la que fueron elaboradas. Las vasijas de cerámica se vinculan con la fertilidad, la vida, la música y los juegos; mientras que las de piedra verde están relacionadas con la noche, la muerte, el sacrificio y la guerra. Estas vasijas fueron un símbolo estandarizado entre la sociedad mexica, además que fueron ampliamente reproducidas en manuscritos y otros objetos arqueológicos, resaltando su importancia y el vínculo constante con las deidades del pulque.

Abstract

Abstract

In the sacred precinct of Mexico-Tenochtitlan, capital of the Mexica (Aztec) Empire, 18 tripod vessels with fins have been recovered in various ritual contexts. The careful study of their iconographic, formal, and contextual attributes reveals that these objects were directly linked to pulque (an alcoholic beverage produced from the fermented sap of the maguey) and its deities, in addition to deciphering their symbolic functions within the discourse of this important place in the city. It is concluded that these vessels reflect two symbolic aspects of pulque, which was defined by the raw material with which they were made. The ceramic vessels were linked to fertility, life, music, and games, while the greenstone vessels were related to the night, death, sacrifice, and war. These vessels were a standardized symbol among Mexica society and were widely reproduced in manuscripts and other archaeological objects, highlighting their importance and the constant link with the pulque deities.

Information

Type
Article
Creative Commons
Creative Common License - CCCreative Common License - BY
This is an Open Access article, distributed under the terms of the Creative Commons Attribution licence (http://creativecommons.org/licenses/by/4.0), which permits unrestricted re-use, distribution and reproduction, provided the original article is properly cited.
Copyright
© The Author(s), 2025. Published by Cambridge University Press on behalf of Society for American Archaeology.

De entre la variedad de vasijas que formaron parte de la cultura material de las sociedades del período Posclásico en el Centro de México (ca. 900-1521 dC), sólo algunas poseen atributos iconográficos particulares que se reprodujeron sistemáticamente y que las vinculan con deidades específicas. El ejemplo más conocido son las ollas Tláloc, asociadas con el dios nahua de la tierra y de la lluvia. En este artículo se examina otro tipo de recipiente ligado a un grupo particular de deidades. Se trata de vasijas trípodes con dos aletas laterales, cuya forma y diseños iconográficos permiten identificarlas como insignias del pulque (llamado octli en idioma náhuatl), bebida alcohólica producida a partir de la fermentación de la savia de varias especies de magueyes (Agave sp.).

Hasta el momento se han recuperado 18 vasijas de este tipo en el recinto sagrado de Tenochtitlan, 15 en las inmediaciones del Templo Mayor y tres en ofrendas asociadas a la cancha del juego de pelota (Figura 1). Temporalmente, aparecen desde la Etapa IV (1440-1469 dC) hasta la VII (ca. 1502-1521 dC).Footnote 1 El objetivo del presente artículo es analizar el significado simbólico de las vasijas trípodes con aletas en relación con ambos edificios y determinar si la materia prima con la que fueron elaboradas influye en su simbolismo. Cabe señalar que estas piezas pertenecen a un conjunto mayor y diverso de artefactos procedentes del Templo Mayor y que guardan relación con el pulque y sus deidades. Estos objetos han sido analizados previamente (Matadamas-Gomora Reference Matadamas-Gomora2016), mostrando que el culto a la bebida estuvo presente desde las primeras etapas y que se mantuvo constante hasta la caída de la ciudad en 1521 dC. A pesar de la diversidad de objetos vinculados con el pulque, fue posible identificar elementos simbólicos recurrentes, que me permitieron proponer la existencia de un complejo simbólico del pulqueFootnote 2 entre los mexicas y que probablemente existió en otras comunidades del Posclásico en la Cuenca de México, el Valle de Puebla-Tlaxcala y la Costa del Golfo.

Figura 1. Zonas del recinto sagrado de Tenochtitlan en las que se recuperaron vasijas trípodes con aletas. Para más información, ver la Tabla 1. Plano de Michelle de Anda. Cortesía del Proyecto Templo Mayor.

Tabla 1. Información general de las 18 vasijas trípodes con aletas del Templo Mayor analizadas.

El complejo simbólico del pulque

Antes de la conquista, el pulque era consumido ampliamente en fiestas y rituales. Tenía como función primordial ser el puente a través del cual los humanos podían entrar en contacto con las deidades. La embriaguez que ocasionaba se consideraba un estado de éxtasis, por lo que se bebía sólo en momentos específicos. La transgresión de esta regla era castigada incluso con la muerte (e.g., Códice Mendoza:folio 71r). En la mitología nahua, el origen de este licor fue vinculado a Quetzalcóatl (Histoire du Mechique 2011:149-151), una de las máximas deidades mesoamericanas. Poseía una fuerte naturaleza sagrada que afectaba incluso a los dioses, siendo la embriaguez con pulque un factor importante en la caída de la mítica Tollan y el final del Cuarto Sol (Alva Ixtlilxóchitl 1985:274-275; Sahagún Reference Sahagún1989:209-210). En torno a esta bebida surgió un complejo simbolismo que en ocasiones resulta contradictorio, pues aparece en mitos como la cruel bebida que provoca la desgracia de los pueblos y también como un regalo de los dioses para alegrar a los seres humanos (Olivier Reference Olivier2000).

Para las sociedades mesoamericanas, cada parte del mundo material poseía una naturaleza divina, lo que permitía que se crearan vínculos entre las fuerzas terrenales con uno o más de los múltiples dioses y diosas que componían sus panteones. Elementos generales como el agua, la tierra o el fuego tenían deidades rectoras; pero al mismo tiempo, otros más particulares, como la lluvia, el maíz y el comercio también los tenían. Además, los vínculos no eran fijos, pues la riqueza de la religión hizo posible que estos personajes formaran parte de múltiples esferas simbólicas, de ahí que pudieran fusionarse y fisionarse, convirtiéndose en entes de gran complejidad (López Austin Reference López Austin1983, Reference López Austin2006). Tláloc, por ejemplo, no sólo era el dios de la lluvia, también lo era de la tierra; mientras que Tlaltecuhtli, deidad telúrica, se relacionaba con los ciclos de vida y muerte.

En el caso de los dioses del pulque, diversos investigadores (López Austin Reference López Austin1998, Reference López Austin2006; Mateos Higuera Reference Mateos Higuera1994; Nicholson Reference Nicholson and Bernal1971, 1991) han propuesto que estaban ligados con las esferas nocturna y femenina del cosmos y que formaban por sí solos un grupo particular y muy numeroso conocido como centzontotochtin (400 conejos). El dios principal era Ometochtli, cuyo nombre está formado por las palabras Ome (dos) y Tochtli (conejo), siendo ésta también la fecha calendárica vinculada a estos personajes. Algunos dioses del pulque fueron representados en documentos históricos, con nombres que hacen referencia a comunidades, lo que permite saber que se trata de deidades patronas (Nicholson Reference Nicholson1991:165). Algunos ejemplos son Toltécatl “El de Tollan”, Tepoztécatl “El de Tepoztlán” o Izquitécatl “El de Izquitán” (e.g., Códice Magliabechiano 1996:folios 49r–59r).

Asimismo, se ha propuesto que los centzonhuitznáhuah o cuatrocientos surianos, hermanos de la diosa lunar Coyolxauhqui, se vinculaban conceptualmente con los númenes del pulque (Taube Reference Taube1993). Es a través de esta relación que los dioses del pulque adoptaron, para la sociedad mexica, su faceta de guerreros estelares, convirtiéndose en prototipos de los enemigos y víctimas sacrificiales primigenias de Huitzilopochtli, deidad principal de los mexicas (Matadamas-Gomora et al. Reference Matadamas, de Anda Rogel and Velázquez2019).

Henry B. Nicholson (Reference Nicholson1991) sintetizó los diferentes símbolos que caracterizan a estos personajes, entre los que destacan la nariguera lunar o yacametztli, el uso de una pintura corporal que combina los colores rojo y negro (chictlapanqui), orejeras de papel cuadrangulares (amanacochtli), un accesorio de hierba en el pecho (chayahuac cozcatl), un tocado de plumas (aztatzontli) y un moño de papel plisado (amacuexpalli). Además, llevan un bastón de madera rematado con un cuchillo de pedernal (itztopilli), artefacto que se ha interpretado comúnmente como un hacha, resaltando su naturaleza de dioses guerreros (Matadamas-Gomora et al. Reference Matadamas, de Anda Rogel and Velázquez2019).

A este conjunto de deidades, sus símbolos y los mitos en los que participan es lo que he denominado complejo simbólico del pulque. Su uso en el estudio de algunas ofrendas del Templo Mayor permitió interpretar los contextos arqueológicos en una escala mayor al de las ofrendas, notando que los artefactos vinculados con la bebida se insertan dentro del programa iconográfico del Templo Mayor, pues estos cumplen funciones simbólicas concretas. En este sentido, varios de los elementos del complejo simbólico del pulque serían reproducidos dentro de la cultura material de los mexicas y otras sociedades contemporáneas a ellos, siendo un buen ejemplo las vasijas trípodes que aquí se analizan.

Las vasijas trípodes

Este tipo de vasijas fueron pintadas en manuscritos pictográficos y talladas en artefactos y monumentos arqueológicos; también se han recuperado en sitios del Centro de México (Tepeticpac, Cuautitlán, Tlatelolco y Tenochtitlan) y la Costa del Golfo (Cempoala; Figura 2). Además, existen ejemplares en museos de Europa, cuya procedencia es desconocida (Bankmann Reference Bankmann1984). Debemos a Eduard Seler (Reference Seler1992, Reference Seler1993) la identificación de la vasija trípode con aletas como símbolo del pulque en su análisis de un vaso de piedra verde de la colección Bilimek y de las banquetas del Templo del Tepozteco, en Morelos. Sin embargo, Seler no tuvo la oportunidad de analizar ejemplares arqueológicos, pues estos aparecieron por primera vez en 1948, durante las excavaciones de Elma Estrada Balmori en la fachada sur del Templo Mayor de Tenochtitlan. En su informeFootnote 3 la arqueóloga señala que se recuperaron cinco vasijas de piedra verde en un depósito ritual que contenía otros objetos como cuchillos de pedernal y máscaras cráneo (Estrada Balmori Reference Estrada Balmori1979). Ese mismo año, en Cempoala, Veracruz, José García Payón (Reference García Payón1955) encontró una vasija similar, aunque de cerámica, en una ofrenda al interior de un altar, la cual estaba frente a una escultura de un personaje ataviado con símbolos de Ehécatl-Quetzalcóatl. Ninguno de estos dos autores profundizó en el significado de los recipientes ni en su función simbólica en sus respectivas ofrendas.

Figura 2. Sitios mencionados en los que han sido encontradas vasijas trípodes con aletas. Mapa de Diego Matadamas-Gomora.

Treinta años más tarde, el arqueólogo alemán Ulf Bankmann (Reference Bankmann1984) analizó varias vasijas de este tipo ubicadas en museos de Europa, comparándolas con imágenes de códices y reconoció que se trataba del mismo objeto que Seler había definido iconográficamente. Debra Nagao (Reference Nagao1985:73) llegó a la misma conclusión de manera independiente en su estudio de algunas ofrendas del Templo Mayor. Esta fue la primera vez que las vasijas arqueológicas fueron identificadas plenamente como símbolos del pulque. Posteriormente, Francisco González Rul (Reference González Rul1988:60–61) localizó un ejemplar de cerámica en Tlatelolco y lo identificó como un antecedente de las ollas Tláloc, aunque su interpretación se basó únicamente en la aparente similitud entre las aletas de la vasija y el moño de papel que porta el dios en la nuca. Además, no menciona ninguno de los estudios previos, por lo que su interpretación fue limitada.

A pesar de que estos recipientes han sido recuperados en diversos sitios arqueológicos y su presencia en documentos históricos ha sido estudiada, todos estos trabajos se concentraron en analizarlos de manera aislada y desde un enfoque iconográfico. Esto ha limitado su comprensión dentro del contexto arqueológico, pues no se consideran las funciones particulares que las vasijas tuvieron en sus depósitos, los espacios en los que fueron halladas y en relación con las sociedades que las crearon. Por ello, el presente estudio incluye, además del estudio iconográfico, uno morfológico y otro contextual. Gracias a esto, se confirma que las vasijas trípodes con aletas fungieron como distintivos de los dioses del pulque para la sociedad mexica. Su estudio desde diferentes perspectivas permite comprender mejor su significado y función simbólica en relación con su lugar de procedencia, a través de la combinación de datos arqueológicos, históricos e iconográficos.

Estudio iconográfico

Las fuentes escritas y pictográficas presentan diversos tipos de recipientes que fungen como contenedores para pulque. Sierra Longega (Reference Sierra Longega2005:114) analizó esta variabilidad desde un aspecto artístico y sugirió que estaba determinada por las convenciones pictóricas y la mano del artista, además de si el manuscrito es anterior o posterior a la conquista. No descarto esta posibilidad, pero considero que existieron distintas vasijas para beber pulque y que su forma dependía de factores como el evento celebrado y el grupo social involucrado. Entre las representaciones más comunes están los cajetes y cuencos de los que beben hombres y mujeres. Estos utensilios son los más abundantes en las pictografías y, en ocasiones, tienen dibujado el símbolo de la yacametztli. Otro tipo de contenedores son las enormes ollas globulares de las que emana la abundante espuma del pulque, que a veces remata en flores o cuentas de piedra verde, indicando su naturaleza divina y preciosa. Este tipo de vasijas aparecen también asociadas a Mayáhuel, diosa del maguey, en su papel de regente de la octava trecena del Tonalpohualli (Figura 3).

Figura 3. Ejemplos de grandes ollas para almacenar pulque: (a) Códice Magliabechiano:folio 85r; (b) Códice Mendoza:folio 71r; (c) Códice Borgia:lámina 12; (d) Códice Tudela:folio 70r. Dibujos de Diego Matadamas-Gomora.

Un recipiente particular que sólo se encuentra en el Códice Florentino (libro IV, folio 13v) es la vasija con forma de conejo utilizada durante las festividades a Izquitécatl (Figura 4). En la viñeta pintada por los artistas indígenas aparecen cinco personajes alrededor de la vasija; dos de ellos ingieren pulque con ayuda de unos largos tubos, mientras que otros dos tocan trompetas. Aunque esta es la única pictografía de este tipo de contenedor, existen algunos ejemplares recuperados en excavaciones arqueológicas y que forman parte de las colecciones del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. En dos casos, las cédulas de registro únicamente indican que proceden de la Costa del Golfo (cat. 04.0-00990) y del Altiplano Central (cat. 11.0-04655), mientras que en un caso, se explica que la vasija-conejo (cat. 11.0-07184) fue hallada en el marco del proyecto Santa Isabel, llevado a cabo durante la construcción del estacionamiento subterráneo del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México (Escobedo Ramírez et al. Reference Escobedo Ramírez, Martínez, Ramírez and Martínez1995), aproximadamente un kilómetro al oeste del Templo Mayor, fuera del recinto sagrado. Otro ejemplar (cat. 11.0-03040) fue hallado en el terreno que actualmente ocupa el número 44 de la calle de Venezuela a 280 metros al norte del Templo Mayor (Cedillo Reference Cedillo1981). Asumiendo que los contextos en los que aparecieron fueron los mismos en donde se utilizaban, estas dos vasijas-conejo provienen de barrios ubicados en las parcialidades de Cuepopan y Atzacoalco, respectivamente (Caso Reference Caso1956).

Figura 4. Vasija-conejo usada durante la fiesta de Izquitécatl (Códice Florentino:libro IV, folio 13v). Dibujo de Diego Matadamas-Gomora.

Finalmente, la representación gráfica más parecida a los objetos analizados en este trabajo se encuentra en las mantas de Ome-Tochtli del Códice Mendoza (folio 52r) y la Matricula de Tributos (lámina 30). Según explican las glosas, dichas mantas se fabricaban en Papantla y Tochtepec, localidades ubicadas en el actual estado de Veracruz (Figura 5). Además, en la parte inferior del folio 65r del Códice Mendoza aparecen cuatro generales del ejército mexica, uno de los cuales, llamado Ticocyahuacatl Footnote 4 porta una manta que tiene múltiples imágenes de estos recipientes (Figura 6a). En el Códice Florentino (libro VIII, folio 16r) se menciona un tipo de mantas muy similar a las que aparecen dibujadas en estos documentos; de hecho, la descripción cuadra casi a la perfección. Lamentablemente no fueron ilustradas por los informantes indígenas de Sahagún. En el texto se les llama ume tochtecomayo tlilmalli Footnote 5 y se explica que eran usadas por personas de alto rango:

[Las mantas] estaban sembrados de unas xícaras muy hermosas, que tenían tres pies y dos alas como de mariposa. El vaso era redondo, colorado y negro. Las alas verdes, bordadas de amarillo, con tres esférulas amarillas en cada una. El cuello desta xícara era hecho con una marquesota de camisa, con cuatro cañas que salían arriba, labradas de pluma azul y colorado. Estaban sembradas estas xícaras en un campo blanco. Tenían en las dos orillas delanteras dos bandas de colorado con unas bandas atravesadas de blanco, de dos en dos [Sahagún Reference Sahagún1989:505-506].Footnote 6

Figura 5. Mantas de Ome-Tochtli que muestran vasijas trípodes con aletas:(a) Códice Mendoza:folio 52r; (b) Matrícula de Tributos:lámina 30. Dibujos de Diego Matadamas-Gomora.

Figura 6. Insignias militares que muestran el diseño de la vasija trípode con aletas:(a) Códice Mendoza:folio 65r; (b) Primeros Memoriales:folio 74r; (c) Lienzo de Tlaxcala:cuadro 62. Dibujos de Diego Matadamas-Gomora.

Afortunadamente, una de estas vasijas fue representada en el folio 74r de los Primeros Memoriales, manuscrito supervisado también por Sahagún. Aparece específicamente en la lista de emblemas que eran llevados a cuestas por los guerreros (Figura 6b) y que tenían la función de identificar a los grupos militares (Olko Reference Olko2014:118-126). La glosa de la imagen indica que su nombre es ometochtlauiztli (Sahagún Reference Sahagún1997) que se puede traducir como “insignia de Ometochtli”.

El mismo tipo de recipiente aparece en el cuadro 62 de una de las copias del Lienzo de Tlaxcala, en donde se representa la batalla entre Ocotelulco y Tecamachalco. La pintura muestra a un guerrero tlaxcalteca portando un escudo con la imagen de la vasija (Figura 6c). Como ya se apuntó, uno de estos recipientes procede de una ofrenda de Tepeticpac, uno de los cuatro principales Tecalli de Tlaxcallan (López Corral y Santacruz Cano Reference López Corral and Santacruz Cano2011), lo que demuestra que este símbolo era conocido en esta región. Como se aprecia en estos ejemplos, los tres tipos de objetos: mantas, escudos e insignias, resaltan la relación entre el complejo simbólico del pulque, los cuerpos militares y la guerra.

Por otro lado, la forma de estas vasijas parece estar determinada por sus asociaciones simbólicas con la Luna, la cual es comúnmente representada en códices como un contenedor que tiene al interior un conejo (animal rector de las deidades del pulque), un caracol o un cuchillo de pedernal (Figura 7a y b). Por su constante ciclo de nacimiento, crecimiento, muerte y resurrección, la Luna está asociada con fenómenos naturales cíclicos como la lluvia, la cosecha y la reproducción (González Torres Reference González Torres1975:85), además de ser también un símbolo femenino, rector de los períodos menstruales, el ritmo de las aguas y la producción de pulque (González Torres Reference González Torres1975:94). Específicamente, las aletas de las vasijas se asemejan a las protuberancias laterales de los caracoles representados en algunos códices (Figura 7c y d), los cuales son también símbolos lunares, vinculados con Tecciztécatl, quien fue transformado en la Luna en el mito de origen del Quinto Sol (Sahagún Reference Sahagún1989:479-482). En este sentido, considero que estas vasijas son representaciones de la Luna en su aspecto de contenedor, siendo las aletas una alegoría al caracol cortado y con ello al dios lunar Tecciztécatl.

Figura 7. Símbolos con asociaciones lunares representados en códices: (a) Luna con un cuchillo al interior (Códice Zouché-Nuttall:folio 19r); (b) Luna con un conejo al interior (Códice Borgia:lámina 55); (c) Caracol insignia de Tecciztécatl (Códice Telleriano-Remensis:folio 19r); (d) Manta con caracol (Códice Mendoza:folio 52r). Dibujos de Diego Matadamas-Gomora.

Además de los códices, las vasijas también se representaron en artefactos del Posclásico. Uno de ellos es el ya mencionado vaso de la colección Bilimek, ubicado en el Museum für Völkerkunde en Viena, Austria (Figura 8a). Esta pieza muestra múltiples elementos iconográficos relacionados con las estrellas, la noche, los eclipses y el pulque. Específicamente, la vasija trípode se ubica entre las piernas de una deidad que ha sido identificada como Coatlicue, Tlaltecuhtli o incluso Mayáhuel en su advocación de Tzitzímitl (Nicholson y Quiñones Keber Reference Nicholson and Quiñones Keber1983:62; Seler Reference Seler1992:218; Taube Reference Taube1993:4). De los pechos de la diosa emerge un chorro que cae directamente en la boca del recipiente, quizá representando al mismo pulque.Footnote 7 Otro ejemplo es un relieve que se encuentra en una de las banquetas del templo ubicado en lo alto del cerro del Tepozteco en Morelos (Figura 8b). Eduard Seler (Reference Seler1993:279-280) propuso que este edificio fue erigido en conmemoración de la muerte del gobernante mexica Ahuítzotl, acaecida en 1502 dC. Según el autor, el animal mítico del que el tlatoani toma su nombre está estrechamente vinculado con la Luna y el pulque. También se aventuró a especular que quizá Ahuítzotl fue deificado tras su muerte como una deidad lunar o del pulque. No hay más información para fortalecer esta hipótesis, sin embargo, algunos otros glifos tallados en las banquetas resaltan sus asociaciones con este licor. En mi opinión, el templo del Tepozteco era más bien un espacio en el que se rendía culto a Tepoztécatl, uno de los númenes del pulque.

Figura 8. (a) Vasija trípode con aletas representada en el vaso de la Colección Bilimek. Redibujado de Seler (Reference Seler1992:205, 219); (b) Vasija trípode de uno de los relieves del templo del Tepozteco. Dibujo de Fernando Carrizosa. Cortesía del Proyecto Templo Mayor.

Resulta interesante que, a pesar de que las imágenes del vaso Bilimek y del Tepozteco se habían identificado como símbolos del pulque desde principios del siglo veinte, fue hasta 1948 cuando las vasijas se reportaron por primera vez en el contexto arqueológico, específicamente en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Posteriormente, otras vasijas serían encontradas en otros sitios del período Posclásico, específicamente en un ejemplar en Cempoala (García Payón Reference García Payón1955), tres en Tlatelolco (González Rul Reference González Rul1988:61; Olmedo Vera y Alvarado Hernández Reference Olmedo Vera, Hazael Alvarado and Vázquez2012:193; Sánchez de Bustamante et al. Reference Sánchez de Bustamante, Careta and Vázquez2012:221), uno en Tepeticpac (Aurelio López Corral, comunicación personal 2018) y 12 ejemplares completos y diversos fragmentos en Cuautitlán (Osorio Dávila y Pérez García Reference Osorio Dávila and Pérez García2017:115). Al tratarse de una insignia enmarcada dentro del complejo simbólico del pulque, se puede sugerir que estos grupos integraron y reprodujeron dicho complejo en su sistema de creencias.

Estudio morfológico y contextual

Las vasijas trípodes con aletas procedentes del Templo Mayor tienen una forma, tamaño y decoración estandarizados. Se trata de piezas menores a 12 cm de altura, cuerpo globular, con tres soportes redondeados o cónico-redondeados y cuello recto-divergente. Su característica principal son dos protuberancias laterales o aletas de forma trapezoidal, las cuales rematan en dos o tres puntas cada una (Figura 9; Tabla 1).

Hasta el momento se han recuperado 18 vasijas en este sitio: seis de cerámica y 12 de piedra verde. De las primeras existen cinco completas y una semi-completa (aunque se preserva más del 50% del objeto). Por su parte, las 12 vasijas de piedra verde están completas, aunque algunas presentan elevados niveles de erosión causada por los cambios en el nivel freático del centro de la Ciudad México.

Las vasijas de cerámica pertenecen a los tipos azteca anaranjado monocromo y cuenca café monocromo (Pascal García Reference Pascal García2013). La pasta es burda y tiene mezclados grandes fragmentos de cuarzo y arenas usados como desgrasante. Además, algunas muestran áreas oscurecidas por una cocción diferencial que oxidó su superficie, lo que indicaría que fueron producidas sin gran atención en el acabo final, aunque la similitud en su forma y tamaño revelan un trabajo estandarizado. Todas fueron manufacturadas mediante técnicas de modelado y sobre la forma globular se añadieron, antes de la cocción, los soportes y las aletas. Es importante resaltar que estos recipientes presentan una superficie rugosa, pues la pasta no fue pulida ni bruñida y no hay evidencias de engobe. Carecen también de cualquier elemento decorativo como pigmentos, diseños esgrafiados o calados.

En cambio, la producción de los ejemplares de piedra verde fue más compleja, pues involucró el uso de técnicas de corte, desgaste y pulido. Si bien la forma y dimensiones son similares, un rasgo importante de estas piezas es su decoración, que consiste en círculos calados y líneas incisas que siguen el contorno de las aletas, mientras que en el cuello tienen líneas onduladas y pequeños círculos que representan la espuma del pulque derramándose (Figura 9). Todas fueron elaboradas en distintas variedades de piedras verdes, las cuales se distinguen por la diversidad de sus colores.Footnote 8 La similitud en las dimensiones y decoración de estas vasijas es indicativa también de una producción estandarizada y que, a diferencia de los ejemplares de cerámica, tuvo mayor atención en el acabado, lo que seguramente requirió una considerable inversión de tiempo por parte de los artesanos.

Figura 9. Vasijas trípodes con aletas recuperadas en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Fotografías de Mirsa Islas. Cortesía del Proyecto Templo Mayor. Dibujos de Diego Matadamas-Gomora. (Color en la versión electrónica)

Para aproximarnos al significado de las vasijas trípodes con aletas del Templo Mayor es necesario estudiar la relación que guardan con el área en la que fueron encontradas. El recinto sagrado de Tenochtitlan constituía el centro político, económico, religioso y administrativo del imperio mexica, cuyo edificio principal era el Templo Mayor o Huei Teocalli (López Austin y López Luján Reference López Austin and López Luján2009). Numerosas ofrendas fueron depositadas en su cuerpo, su plataforma y sus alrededores a través de sus diversas etapas constructivas (ver nota 2). Los informantes indígenas de Sahagún reportaron la existencia de 78 edificios en este espacio, entre los que se encontraban los de carácter religioso y administrativo, además del palacio del gobernante; aunque sólo unos cuantos se han identificado a través de exploraciones arqueológicas (López Luján Reference López Luján, Kurella and de Castro2019).

López Luján (Reference López Luján1993:147) planteó el análisis de las ofrendas en dos niveles: interno y externo, siendo el primero el estudio de las asociaciones contextuales de los objetos al interior de los depósitos, es decir, cómo se vinculan unos con otros siguiendo patrones rituales específicos. El segundo nivel está enfocado en comprender las relaciones de las ofrendas con las estructuras arquitectónicas. Para los fines de este artículo, abordaremos únicamente el nivel externo, pues el estudio interno rebasa por mucho los límites de este trabajo, aunque es importante mencionar que previamente se han analizado los contenidos de todas las ofrendas del Templo Mayor que contenían objetos vinculados al complejo simbólico del pulque, identificando tendencias interesantes en el nivel interno (Matadamas-Gomora Reference Matadamas-Gomora2016). No obstante, las funciones simbólicas de las vasijas parecen ubicarse en el nivel externo, como veremos a continuación.

Los objetos estudiados proceden de tres áreas al interior del recinto sagrado: (a) la plataforma del Templo Mayor, (b) la plaza del recinto y (c) la cancha del juego de pelota (Figura 1). Temporalmente, los contextos han sido fechados para las etapas IV (ca. 1440-1469 dC), IVb (ca. 1469-1481 dC), V (ca. 1481-1486 dC), VI (ca. 1486-1502 dC) y VII (ca. 1502-1521 dC). Para su estudio contextual resultó conveniente agruparlas a partir de su ubicación y clasificándolas de acuerdo con la materia prima.

El primer conjunto corresponde a las vasijas de cerámica que proceden de ofrendas depositadas en la plaza oeste, frente a la escalinata principal del Templo Mayor. Se trata de tres contextos: Operación 6 (Vasija 1), Ofrenda 106 (Vasija 2) y Ofrenda 143 (Vasija 3). Este conjunto es el más heterogéneo, pues las ofrendas no se relacionan entre sí; las agrupo únicamente por ubicarse todas en el mismo sector del recinto sagrado, muy cerca unas de las otras.

La Vasija 1 pertenece a la Etapa IV (ca. 1440-1469 dC) y fue hallada dentro del relleno constructivo, al pie del Templo Mayor, como parte de un depósito de múltiples fragmentos cerámicos (García González Reference García González2010; Pascal García Reference Pascal García2013:36) que, al ser rearmados en el laboratorio, revelaron la presencia de la vasija trípode y numerosos recipientes globulares de menor tamaño. Si bien al momento de su hallazgo este contexto no fue registrado como una ofrenda, considero que la evidencia revela una actividad ritual, en la cual, la vasija trípode pudo fungir como el objeto principal al ser el de mayor tamaño y el único en su tipo. Es imposible saber si los objetos de este depósito se rompieron en este lugar o si los fragmentos fueron traídos de otra parte. Sin embargo, su ubicación sobre el eje central del Huey Teocalli indica que su colocación no fue aleatoria. También es imposible definir el ritual que lo originó, aunque la presencia de la Vasija 1 sugiere el consumo ritual de pulque, mientras que la falta de otro tipo de objetos de servicio como platos o cajetes demuestra que no se trató de un festín, por lo que posiblemente el evento consistió únicamente en el consumo del licor.

Por su parte, tanto la Ofrenda 106 como la 143 corresponden a la sexta etapa constructiva (ca. 1486-1502 dC). La Ofrenda 106 se colocó en el piso de la plaza oeste, alineada con el eje central de la capilla de Tláloc, mientras que la Ofrenda 143 era parte de un complejo formado por ocho depósitos rituales, ambas en el sector norte del recinto sagrado, vinculado simbólicamente con el dios de la lluvia Tláloc. Por ello, los elementos al interior de estas ofrendas guardaban relación con los aspectos acuáticos y de fertilidad (Barrera Rodríguez Reference Barrera Rodríguez2000; García González Reference García González2014). Es interesante que ambos depósitos son contemporáneos y que se ubicaron a pocos metros uno del otro (10,84 m). No obstante, sabemos que no fueron colocados como parte de la misma ceremonia, pues la Ofrenda 143 era parte de un conjunto de ofrendas dedicatorias a la escultura monumental de la diosa Tlaltecuhtli; mientras que la Ofrenda 106 parece estar vinculada con la consagración del Templo Mayor. Además, estas son las únicas vasijas de este tipo halladas en la porción norte del recinto sagrado.

El segundo conjunto de vasijas de cerámica procede de dos ofrendas excavadas al interior de la cancha del juego de pelota: Ofrenda 2 (Vasijas 4 y 5) y Ofrenda 3 (Vasija 6),Footnote 9 fechadas para la Etapa VII (ca. 1502-1521 dC). Esta estructura se ubica actualmente bajo la calle de Guatemala y el Sagrario de la Catedral Metropolitana y no ha sido explorada en su totalidad. Las ofrendas fueron excavadas como parte de un salvamento arqueológico, por lo que la información sobre ellas es escasa (Barrera Rivera Reference Barrera Rivera1999); tampoco hay datos sobre la profundidad a la que fueron detectadas ni abundan las fotografías o los dibujos. La Ofrenda 2 estaba dentro de una banqueta de aproximadamente 56 cm de alto, mientras que la Ofrenda 3 se excavó al nivel de piso de la cancha, ambas en la esquina noreste de la estructura, dentro de cajas hechas con sillares de tezontle (López Arenas Reference López Arenas2003). Por su ubicación, ambas parecen haber sido colocadas de manera simultánea, con la intención de consagrar una ampliación arquitectónica del edificio (López Arenas Reference López Arenas2003:128).

Los dos depósitos contenían objetos similares: silbatos con forma de cabeza de ave, conchas y caracoles marinos y cuchillos de pedernal (Barrera Rivera Reference Barrera Rivera1999; Barrera Rivera e Islas Domínguez 2013; López Arenas Reference López Arenas2003). Además, éstas son las únicas vasijas que no proceden de contextos vinculados con el Huei Teocalli, aunque su presencia en ofrendas dedicadas al juego de pelota no es extraña. Existe una asociación directa entre este deporte y los dioses del pulque, dada a través de Macuilxóchitl, dios de la música, la danza y los juegos (Aguilera Reference Aguilera2010:312; Uriarte Reference Uriarte and Douglas2002:43). Bajo esta advocación, Xochipilli, otra de las formas de Macuilxóchitl, aparece en ocasiones como dios del pulque (Spranz Reference Spranz1993:96). De acuerdo con fray Diego Durán (Reference Durán1980:245), las ofrendas que se hacían al juego de pelota eran de “copal, comida y vino”. Además, el dominico señala que Macuilxóchitl era el dios de un juego que se practicaba con frijoles, mientras que el dios de todos los juegos era Ometochtli (Durán Reference Durán1980:237). Según sus descripciones, los jugadores “invocaban á este Dios cuando jugaban diciendo el Dios Ometochtly me dé buen punto y como es tan malo el maldito demonio debía de acudir á socorrer el punto para ser más servido y estimado” (Durán Reference Durán1980:237).

Macuilxóchitl, además, pertenece al complejo de dioses macuiltonaleque, cuyos nombres incluyen el término macuilli o “cinco”, número vinculado con el exceso. Macuiltochtli sería el dios del pulque que forma parte de este complejo. Nicholson (Reference Nicholson and Bernal1971:419-420) menciona que existe una estrecha relación entre los complejos de dioses del pulque, los tlaloque y los macuiltonaleque, por lo que las vasijas trípodes con aletas en las ofendas dedicadas al dios de la música serían una alegoría a Macuiltochtli.

Finalmente, el conjunto más complejo de vasijas está conformado por los 12 ejemplares de piedra verde que proceden de cinco depósitos rituales colocados alrededor del Templo Mayor: Ofrenda 12 (Vasijas 7, 8 y 9),Footnote 10 Ofrenda 20 (vasija 10), Ofrenda B1 (Vasijas 11, 12), Ofrenda B2 (Vasijas 13, 14 y 15)Footnote 11 y Relleno de la Etapa V (Vasijas 16, 17 y 18). En este conjunto, la Ofrenda 20 es la única que contenía sólo una vasija trípode. Fue hallada en la parte posterior del Templo Mayor, al interior de la plataforma, alineada con su eje central (Gutiérrez Sansano y Hernández Pons Reference Gutiérrez Sansano and Hernández Pons1978) y está fechada para la Etapa IVb (ca. 1469-1481 dC). Resulta interesante que este recipiente fue hallado en el extremo opuesto del edificio en relación con la Vasija 1. Una es de cerámica y la otra de piedra verde y, aunque pertenecen a etapas constructivas distintas, éstas son consecutivas, por lo que los depósitos rituales no están muy alejados en el tiempo. Considero que la presencia de estas vasijas en la parte frontal y trasera del Templo Mayor no es aleatoria. Aunque los rituales que originaron su colocación no fueron simultáneos, esto resalta la importancia simbólica de los ejes imaginarios, los puntos centrales y la simetría dentro del pensamiento religioso mexica.

Las otras cuatro ofrendas también muestran asociaciones espaciales interesantes, pues todas fueron colocadas en la porción sur del recinto, vinculada con Huitzilopochtli y con los ejes centrales de su capilla: uno que va de norte a sur y otro de este a oeste. La Ofrenda 12 se encontró dentro del relleno constructivo, por debajo del piso de la plaza este, alineada con el eje este–oeste y corresponde a la Etapa IVb (ca. 1469-1481 dC) por lo que es contemporánea a la Ofrenda 20 (Contreras S. y Luna Reference Contreras S. and Luna1982; Wagner Reference Wagner1982). Por su parte, las ofrendas B1 y B2 y el Relleno de la Etapa V pertenecen a la quinta etapa (ca. 1482-1486 dC). Las primeras dos se hallaron en la fachada sur del templo, alineadas con el eje norte-sur; ambas colocadas directamente en el relleno de la plataforma (Castillo Tejero y Solís Olguín Reference Castillo Tejero and Solís Olguín1975:14; Estrada Balmori Reference Estrada Balmori1979:183). Después de analizar algunos materiales de estos dos depósitos, Chávez Balderas (Reference Chávez Balderas2012:457) sugirió que podían corresponder a un mismo contexto; coincido con esta propuesta, la similitud entre ambos es indudable. Ambos se encontraban a la misma profundidad y en un área relativamente pequeña sin delimitación física entre ellos. Asumiendo que estamos ante un sólo depósito, esta sería la ofrenda con la mayor cantidad de vasijas trípodes con aletas de piedra verde que se haya encontrado en Tenochtitlan, con cinco ejemplares.

Las últimas tres vasijas fueron excavadas al interior del relleno constructivo en la plaza oeste, al frente del Templo Mayor, alineadas con el eje este–oeste. Este depósito es denominado en este artículo “Relleno de la Etapa V” debido a que no cuenta con una designación específica en los registros del Proyecto Templo Mayor.Footnote 12 A esto se suma la falta de información, fotografías o dibujos que impide saber la profundidad exacta en la que fueron recuperadas y si estaban asociadas a otros artefactos. De acuerdo con los escasos registros, la excavación en esta zona llegó al nivel de contacto con el piso de plaza de la Etapa IV, por lo que considero que las tres vasijas fueron depositadas durante la construcción de la etapa V. Es importante resaltar que, tanto la ubicación como la naturaleza de los materiales indican que se trataba de un depósito ritual, aunque en su momento no fuese registrado como tal.

Espacialmente, las vasijas de la Ofrenda 12, las ofrendas B1 y B2 y el Relleno de la Etapa V se ubican alrededor de la capilla de Huitzilopochtli, en las fachadas oeste, sur y este, respectivamente. Si bien la Ofrenda 12 pertenece a una etapa previa, se trata nuevamente de momentos constructivos consecutivos, por lo que la distancia temporal entre ellas es pequeña. En este sentido, las vasijas de piedra verde estarían rodeando al templo principal del dios tutelar Mexica, resaltando la naturaleza nocturna y guerrera de los dioses del pulque. Recordemos que los centzontotochtin se emparentan simbólicamente con los centzonhuitznáhuah, los hermanos de la diosa lunar Coyolxauhqui. De acuerdo con el mito del nacimiento del dios Huitzilopochtli registrado en documentos históricos, son estos personajes quienes amenazaban la vida de la diosa Coatlicue, en el cerro Coatépetl. Ya se ha demostrado ampliamente que el programa arquitectónico del Templo Mayor es una alegoría a este mito (López Austin y López Luján Reference López Austin and López Luján2009; Matos Moctezuma Reference Matos Moctezuma1982; Seler Reference Seler1903), con el monolito de la diosa lunar desmembrada al pie del edificio. Las vasijas de piedra verde cobran sentido dentro de este mismo programa. Al ser insignias de los dioses del pulque y ubicarse alrededor del templo, simbolizarían la energía amenazante de las deidades nocturnas, ubicadas en la base de la pirámide, mientras que en lo alto se encontraría el glorioso dios solar. Además, los contenidos de las ofrendas guardan relación con la muerte, la guerra y el sacrificio, resaltando aún más el vínculo entre los dioses del pulque, los centzonhuitzháhua y la batalla mítica que dio origen al nacimiento del Sol.

Discusión y conclusiones

Este trabajo surgió con el objetivo de analizar un grupo de 18 vasijas trípodes con aletas encontradas en ofrendas dentro del recinto sagrado de Mexico-Tenochtitlan, las cuales destacan por su forma particular que las vincula con el pulque y sus deidades. Se combinó la información de fuentes escritas, pictográficas y arqueológicas, dividiendo el estudio en tres niveles. Los primeros dos se orientaron a analizarlas a nivel de objeto, enfocándose en su materia prima y en su forma. Considero que estas vasijas fueron un símbolo conocido y reproducido en el Centro de México durante el período Posclásico tardío. Su aparición en sitios fuera de Tenochtitlan como Cuautitlán y fuera de la Cuenca de México como Tepeticpac y Cempoala confirma que no se trataba de un artefacto vinculado exclusivamente con la sociedad mexica. Sin embargo, los datos arqueológicos actuales permiten sugerir que son objetos de uso ritual, pues han aparecido siempre en contextos de carácter ceremonial dentro de centros urbanos.

Las vasijas se analizaron también desde su aspecto iconográfico, pudiendo identificar la relación que guardaban con la guerra, pues su imagen fue representada en mantas, escudos e insignias militares. En un trabajo previo se exploró exhaustivamente esta interesante asociación (Matadamas-Gomora et al. Reference Matadamas, de Anda Rogel and Velázquez2019) y se determinó que, en el recinto sagrado de Tenochtitlan, los dioses del pulque eran concebidos como guerreros estelares, hermanos de la diosa lunar Coyolxauhqui, antagonistas por antonomasia del solar Huitzilopochtli y prototipos de víctimas sacrificiales dentro de la mítica batalla entre las fuerzas del día y la noche, la cual era glorificada en el Templo Mayor a través de su programa arquitectónico e iconográfico.

En el Templo Mayor de Tenochtitlan se han encontrado vasijas de este tipo elaboradas con cerámica y piedra verde. Las primeras se encontraron en dos espacios dentro del recinto sagrado (Tabla 1): las vasijas 1, 2 y 3 proceden de la plaza al frente del Huei Teocalli, en ofrendas cuyos contenidos se vinculan con el aspecto femenino y acuático del cosmos. En este sentido, representan al pulque en su condición de líquido fertilizante, generador de vida y proveedor de abundancia. Es aquí donde se estrecha la relación entre los dioses del pulque y los acuáticos, cuando éstos se vuelven agrarios, como ha sido constantemente señalado por varios investigadores (Broda de Casas Reference Broda de Casas1971:263; Gonçalves de Lima Reference Gonçalves de Lima1986:119; Mateos Higuera Reference Mateos Higuera1994:25; Nagao Reference Nagao1985:73; Nicholson Reference Nicholson and Bernal1971:419). Por su parte, las vasijas 4, 5 y 6 fueron halladas al interior de la cancha del juego de pelota, en depósitos que tenían una clara asociación con la fiesta y la celebración, representada por silbatos con cabeza de ave, símbolo del dios de la danza, las flores y la sexualidad.

La Etapa IVb (ca. 1469-1481 dC) marca la aparición de las vasijas de piedra verde, aunque actualmente es imposible determinar si se elaboraron previamente y aún no han sido halladas. Sin embargo, es interesante que las ofrendas de las etapas IV y V contienen únicamente piezas de piedra verde y no es hasta la Etapa VI que aparecen nuevamente recipientes de cerámica y desaparecen los de piedra verde. Por otro lado, todas las vasijas de piedra verde fueron halladas en el sector sur, vinculado con Huitzilopochtli, en ofrendas que contenían cráneos y cuchillos, estrechando su relación con la guerra y el sacrificio. De esta forma, se demuestra también que la materia prima marcaba una diferencia en su simbolismo.

Las vasijas de cerámica simbolizaban al pulque en su papel de bebida nutricional, energética, fértil y relacionada con el juego, la festividad y el exceso; mientras que las de piedra verde se vinculaban con su aspecto nocturno y sacrificial. A pesar de tratarse del mismo tipo de objeto, la variación en su materialidad determinaba su simbolismo, representando la naturaleza dual del pulque dentro de la cosmovisión mexica. Es importante señalar que actualmente esta hipótesis sólo tiene sustento para el caso de Tenochtitlan, pues si bien la vasija trípode con aletas permite identificar la presencia del complejo simbólico del pulque, independientemente del sitio en el que fue encontrada, desconozco si su función ritual fue la misma, especialmente fuera de los límites del imperio mexica. Es, además, necesario explorar las asociaciones contextuales de estos artefactos, pues en otros sitios como Cuautitlán, las vasijas de cerámica fueron colocadas cerca de restos humanos (Ignacio Forteza Saavedra, comunicación personal 2016), por lo que probablemente estarían cumpliendo un rol similar al de los objetos de piedra verde del Templo Mayor. Por su parte, en la ofrenda de Cempoala, la vasija guardaba una relación directa con símbolos del dios el viento. Estos depósitos requieren un estudio particular para dilucidar el significado de los contenedores en sus respectivos contextos.

Lo que es claro es que estas vasijas fueron conocidas y reproducidas en sitios del Centro de México y la Costa del Golfo durante el Posclásico tardío, más allá de las fronteras del imperio mexica. Hasta el momento, la mayor cantidad de ejemplares proceden de Cuautitlán, al norte de Tenochtitlan. Además, existen vasijas similares en colecciones de museos en Europa, de las cuales desconocemos su procedencia. Actualmente sabemos que hay al menos 39 y que probablemente hay más en bodegas de museos de México y otras partes del mundo. Es necesario, por lo tanto, analizar estos objetos tan únicos en sus contextos particulares. Considero que este es un primer acercamiento que puede servir como fuente comparativa en estudios futuros para otras regiones y sitios arqueológicos.

Agradecimientos

Agradezco especialmente a Leonardo López Luján, Guilhem Olivier y Ángel González López por su apoyo y comentarios a lo largo de esta investigación. Agradezco también a Patricia Ledesma Bouchan, directora del Museo del Templo Mayor y al equipo de la Bodega de Bienes Culturales por permitirme estudiar los artefactos de sus colecciones. Gracias a Michelle de Anda y a Mirsa Islas por los planos y las fotografías que ilustran este manuscrito. Francisco Osorio e Ignacio Forteza Saavedra me proporcionaron valiosa información sobre sus hallazgos en Cuautitlán y Aurelio López Corral me compartió información sobre la vasija encontrada en Tepeticpac. Un agradecimiento especial a Erika Robles Cortés, Ana Karen Galicia Rodríguez, Israel Elizalde Méndez, Pamela Jiménez y Diana Mata por formar parte de nuestro grupo de escritura y por sus valiosos comentarios sobre una versión temprana de este manuscrito. Mi agradecimiento también a los tres dictaminadores anónimos por sus valiosos comentarios y sugerencias que me permitieron enriquecer el contenido de este artículo.

Declaración de financiamiento

Esta investigación fue financiada por el Proyecto Templo Mayor del Instituto Nacional de Antropología e Historia en México. La publicación del artículo fue financiada por la Universidad de Tulane en Nueva Orleans.

Declaración de disponibilidad de datos

Los materiales analizados en este artículo están disponibles en la Bodega de Bienes Culturales del Museo del Templo Mayor, ubicado en Seminario 8, Centro Histórico, Ciudad de México. Cualquier información adicional puede ser solicitada al autor a la siguiente dirección de correo electrónico:

Conflicto de intereses

El autor declara que no hay ningún conflicto de interés.

Footnotes

1. Hasta el momento se han definido siete etapas constructivas para el Templo Mayor, clasificadas con números romanos (Etapa I, Etapa II, Etapa III, etc.), cada una con subdivisiones que corresponden a ampliaciones parciales, y se señalan con una letra del alfabeto (Etapa IIa, Etapa IIb, Etapa IIc, etc.; López Austin y López Luján Reference López Austin and López Luján2009; Matos Moctezuma Reference Matos Moctezuma1981).

2. Utilizo el término “complejo” siguiendo el trabajo de Nicholson (Reference Nicholson and Bernal1971) quien definió conjuntos de deidades a partir de sus atributos simbólicos. Los dioses del pulque fueron colocados por él dentro del complejo Ometochtli. Sin embargo, yo me inclino por el uso del complejo simbólico del pulque para dar mayor importancia a la bebida y sus símbolos, y no enfocarse únicamente en sus deidades.

3. Este informe permaneció inédito hasta 1979, cuando fue publicado en una obra colectiva editada por Eduardo Matos Moctezuma.

4. Este nombre fue traducido por Berdan y Anawalt (Reference Berdan and Anawalt1997:200) como “Keeper of the Bowl of Fatigue”.

5. Alfredo López Austin y Josefina García Quintana lo tradujeron como “el manto lleno de tecomates de Ometochtli” en el glosario que acompaña a su edición de la Historia General de las Cosas de Nueva España (Sahagún Reference Sahagún1989:917).

6. En la columna en náhuatl del Códice Florentino se lee: vmetochtecomaio tlilmatli tejxio, que Anderson y Dibble (Sahagún Reference Sahagún, Anderson and Dibble1954:23) traducen como “The cape with wine-god jar design, bordered with eyes.” Esto permite suponer que la descripción detallada en español fue realizada por el mismo Sahagún.

7. Es probable que existiera un vínculo entre la leche, el semen y el pulque, a partir de su color, textura y relación con la fertilidad. Muñoz Camargo (Reference Muñoz Camargo2000:160) registró un mito tlaxcalteca en el que la leche de una doncella se transforma en un líquido espumoso que ocasionó que algunas flechas se disparen por sí solas y atacaran a los chichimecas de Poyauhtlan. Por su parte, Francisco Cervantes de Salazar (Reference Cervantes de Salazar1985:13) apunta que el pulque era un remedio común para “hacer venir la leche a la mujer”. Por otro lado, John Monaghan (Reference Monaghan1999:220-221) ha registrado la relación entre la leche, la sangre, el semen y el pulque entre los grupos Mixtecos modernos, mientras que los Tlapanecos llaman al pulque “la leche de la Madre Tierra” (López Austin Reference López Austin2006:294). No obstante, actualmente no hay información suficiente para asegurar que dicha relación existía entre las comunidades del Posclásico tardío.

8. Es necesario realizar análisis de composición química para determinar el tipo de piedra verde y su posible procedencia.

9. Los números dos y tres asignados a estas ofrendas fueron exclusivos del proyecto de salvamento arqueológico en el que fueron descubiertas. Por razones desconocidas, nunca se integraron a los registros generales del Proyecto Templo Mayor.

10. La Vasija 9 (inv. 10-263348) no pudo ser analizada debido a que actualmente se encuentra exhibida en el Palacio Nacional de la Ciudad de México.

11. La ubicación de la Vasija 15 es desconocida.

12. La ubicación corresponde con la cala Y’ cuadro 25 y cala Z’ cuadro 26 dentro del plano general de la zona arqueológica del Templo Mayor (Matos Moctezuma Reference Matos Moctezuma1982).

References

Referencias citadas

Aguilera, Carmen (editora). 2010. Xochipilli dios solar. En Ensayos sobre iconografía, tomo 2, pp. 307–312. Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Ciudad de México.Google Scholar
Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de. 1985. Obras históricas, tomo 1. UNAM, Ciudad de México.Google Scholar
Bankmann, Ulf. 1984. Ometochtecomatl: Ein Altmexikanisches Pulquegefäss im Museum zu Basel. Verhandlungen der Naturforschenden Gesellschaft in Basel 94:307320.Google Scholar
Barrera Rivera, José Álvaro. 1999. El rescate arqueológico en la Catedral y el Sagrario metropolitanos de la Ciudad de México (1991–1996). En Excavaciones en la Catedral y el Sagrario metropolitanos, editado por Eduardo Matos Moctezuma, pp. 2149. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
Barrera Rivera, José Álvaro y Domínguez, Alicia Islas. 2013. Arqueología urbana en la reconstrucción arquitectónica del recinto sagrado de México-Tenochtitlan. Porrúa, Ciudad de México.Google Scholar
Barrera Rodríguez, Raúl. 2000. Informe de las actividades de excavación arqueológica en el denominado predio de las Ajaracas o Casa del Gobierno del Distrito Federal, comprende del 1° al 30 de junio del año 2000. Programa de Arqueología Urbana, Ciudad de México. Informe disponible en el Archivo del Programa de Arqueología Urbana, Museo del Templo Mayor.Google Scholar
Berdan, Frances y Anawalt, Patricia Rieff. 1997. The Essential Codex Mendoza. University of California Press, Berkeley.Google Scholar
Broda de Casas, Johana. 1971. Las fiestas aztecas de los dioses de la lluvia: Una reconstrucción según las fuentes del siglo XVI. Revista Española de Antropología Americana 6:245327.Google Scholar
Caso, Alfonso. 1956. Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco. Memorias de la Academia Mexicana de la Historia 15(1): 763.Google Scholar
Castillo Tejero, Noemí y Solís Olguín, Felipe R.. 1975. Ofrendas mexicas en el Museo Nacional de Antropología. Corpus Antiquitatum Americanesium Vol. VIII. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
Cedillo, Reina. 1981. Informe del rescate arqueológico realizado en las calles de Venezuela No. 44, México, D.F., Dirección de Salvamento Arqueológico, Ciudad de México. Informe disponible en el Archivo Técnico del INAH, Ciudad de México.Google Scholar
Cervantes de Salazar, Francisco. 1985. Crónica de la Nueva España. Porrúa, Ciudad de México.Google Scholar
Chávez Balderas, Ximena. 2012. Sacrificio humano y tratamientos mortuorios en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Tesis de maestría, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Ciudad de México.Google Scholar
Códice Magliabechiano. 1996. Códice Magliabechiano. Edición facsimilar, Fondo de Cultura Económica (FCE), Ciudad de México.Google Scholar
Contreras S., Eduardo y Luna, Pilar. 1982. Sección 2. En El Templo Mayor: Excavaciones y estudios, editado por Eduardo Matos Moctezuma, pp. 71102. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
Durán, Fray Diego. 1980. Ritos y fiestas de los antiguos mexicanos. Editorial Innovación, Ciudad de México.Google Scholar
Escobedo Ramírez, David, Martínez, Ana E. Gómez, Ramírez, Marco Ayala y Martínez, Julio A. Berdeja. 1995. Arqueología frente a bellas artes. INAH e Ingenieros Civiles Asociados, Ciudad de MéxicoGoogle Scholar
Estrada Balmori, Elma. 1979. Ofrendas del Templo Mayor de México-Tenochtitlán. En Trabajos arqueológicos en el centro de la Ciudad de México (Antología), editado por Eduardo Matos Moctezuma, pp. 183189. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
García González, Jonathan Miguel. 2010. Operación 6: Reporte final. Proyecto Templo Mayor, Ciudad de México. Informe disponible en el Archivo Técnico del INAH, Ciudad de México.Google Scholar
García González, Jonathan Miguel. 2014. Ofrenda 143 de la operación 13: Reporte final. Proyecto Templo Mayor, Ciudad de México. Informe disponible en el Archivo Técnico del INAH, Ciudad de México.Google Scholar
García Payón, José. 1955. La ofrenda del altar de la gran pirámide de Zempoala. El México Antiguo 8:5765.Google Scholar
Gonçalves de Lima, Oswaldo. 1986. El maguey y el pulque en los códices mexicanos. FCE, Ciudad de México.Google Scholar
González Rul, Francisco. 1988. La cerámica en Tlatelolco. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
González Torres, Yólotl. 1975. El culto a los astros entre los mexicas. SEP, Ciudad de México.Google Scholar
Gutiérrez Sansano, Isabel y Hernández Pons, Elsa. 1978. Informe de excavación de la ofrenda 20. Proyecto Templo Mayor, Ciudad de México. Informe disponible en el Archivo Técnico del Museo del Templo Mayor, Ciudad de México.Google Scholar
Histoire du Mechique. 2011. En Mitos e historias de los antiguos nahuas. Paleografía y traducciones de Rafael Tena, pp. 115166. CONACULTA, Ciudad de México.Google Scholar
López Arenas, Gabino. 2003. Rescate arqueológico en la Catedral y el Sagrario metropolitanos: Estudio de ofrendas. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
López Austin, Alfredo. 1983. Nota sobre la fusión y la fisión de los dioses en el panteón mexica. Anales de Antropología 20(2):7587.Google Scholar
López Austin, Alfredo. 1998. Hombre-Dios: Religión y política en el mundo náhuatl. UNAM, Ciudad de México.Google Scholar
López Austin, Alfredo. 2006. Los mitos del tlacuache: Caminos de la mitología mesoamericana. UNAM, Ciudad de México.Google Scholar
López Austin, Alfredo y López Luján, Leonardo. 2009. Monte Sagrado-Templo Mayor: El cerro y la pirámide en la tradición religiosa mesoamericana. INAH y UNAM, Ciudad de México.Google Scholar
López Corral, Aurelio y Santacruz Cano, Ramón. 2011. Tepeticpac: La arqueología del primer señorío de Tlaxcallan. Revista Tecalli 1(1):2027.Google Scholar
López Luján, Leonardo. 1993. Las ofrendas del Templo Mayor de Tenochtitlan. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
López Luján, Leonardo. 2019. The Archaeology of Tenochtitlan. En The Aztecs, editado Kurella, por Doris, de Castro, Martin Berger e Inés, pp. 3645. Hirmer, Stuttgart, Alemania.Google Scholar
Matadamas, Diego, de Anda Rogel, Michelle y Velázquez, Martha Soto. 2019. La policromía de las imágenes de los dioses del pulque del Templo Mayor de Tenochtitlan. En Al pie del Templo Mayor de Tenochtitlan: Estudios en Honor a Eduardo Matos Moctezuma, tomo I, editado por Leonardo López Luján y Ximena Chávez Balderas, pp. 211235. El Colegio Nacional, Ciudad de México.Google Scholar
Matadamas-Gomora, Diego. 2016. El culto al pulque en el Templo Mayor de Tenochtitlan: Evidencias materiales. Tesis de licenciatura, Departamento de Arqueología, Escuela Nacional de Antropología e Historia, Ciudad de México.Google Scholar
Mateos Higuera, Salvador. 1994. Los dioses menores. Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Ciudad de México.Google Scholar
Matos Moctezuma, Eduardo. 1981. Una visita al Templo Mayor. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
Matos Moctezuma, Eduardo. 1982. El Templo Mayor de Tenochtitlan: Planos, cortes y perspectivas. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
Matos Moctezuma, Eduardo. 1982. El Templo Mayor: Economía e ideología. En El Templo Mayor: Excavaciones y estudios, editado por Eduardo Matos Moctezuma, pp. 109118. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
Matrícula de Tributos. 1991. Matrícula de Tributos: Nuevos estudios. Edición facsimilar, estudio por Víctor M. Castillo Farreras y María Teresa Sepúlveda y Herrera. Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Ciudad de México.Google Scholar
Monaghan, John. 1999. The Covenants with Earth and Rain: Exchange, Sacrifice, and Revelation in Mixtec Sociality. University of Oklahoma Press, Norman.Google Scholar
Muñoz Camargo, Diego. 2000. Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala. El colegio de San Luis y Gobierno del estado de Tlaxcala, Ciudad de México.Google Scholar
Nagao, Debra. 1985. Mexica Buried Offerings. A Historical and Contextual Analysis. BAR International Series 235. British Archaeological Reports, Oxford.Google Scholar
Nicholson, Henry B. 1971. Religion in Pre-Hispanic Central Mexico. En Handbook of Middle American Indians, tomo 10, editado por Gordon F. Ekholm e Bernal, Ignacio, pp. 395446. University of Texas Press, Austin.Google Scholar
Nicholson, Henry B. 1991. The Octli Cult in Late Pre-Hispanic Central Mexico. En To Change Place: Aztec Ceremonial Landscapes, editado por David Carrasco, pp. 159187. University Press of Colorado, Niwot.Google Scholar
Nicholson, Henry B., y Quiñones Keber, Eloise. 1983. Art of Aztec Mexico: Treasures of Tenochtitlan. National Gallery of Art, Washington, DC.Google Scholar
Olivier, Guilhem. 2000. Entre transgresión y renacimiento: El papel de la ebriedad en los mitos del México antiguo. En El héroe entre el mito y la historia, editado por Federico Navarrete y Guilhem Olivier, pp. 101121. UNAM, Ciudad de México.Google Scholar
Olko, Justyna. 2014. Insignia of Rank in the Nahua World. University Press of Colorado, Boulder.Google Scholar
Olmedo Vera, Bertina y Hazael Alvarado, Hernández 2012. Presencia de Tlatelolco en la colección mexica del Museo Nacional de Antropología. En Museo de Sitio de Tlatelolco, editado por Lucía Sánchez de Bustamante, Claudia Nicolás Careta y Vázquez, Mariana Favila, pp. 181193. INAH y UNAM, Ciudad de México.Google Scholar
Osorio Dávila, Francisco Antonio, and Pérez García, Héctor. 2017. Informe final: Salvamento introducción de drenaje en Parque Juárez municipio de Cuautitlán, Estado de México. Vol. II. Análisis de materiales arqueológicos. Dirección de Salvamento Arqueológico, Ciudad de México. Informe disponible en el Archivo Técnico del INAH, Ciudad de México.Google Scholar
Pascal García, Camila. 2013. La colección de artefactos de cerámica. Proyecto Templo Mayor, Ciudad de México. Informe disponible en el Archivo Técnico del INAH, Ciudad de México.Google Scholar
Sahagún, Fray Bernardino de. 1954. Florentine Codex: General History of the Things of New Spain, Book 8: Kings and Lords. Traducido por Anderson, Arthur J. O. y Dibble, Charles E.. School of American Research, Santa Fe, New Mexico; University of Utah Press, Salt Lake City.Google Scholar
Sahagún, Fray Bernardino de. 1989. Historia general de las cosas de Nueva España. 2 vols. Paleografía de Alfredo López Austin y Josefina García Quintana, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Ciudad de México.Google Scholar
Sahagún, Fray Bernardino de. 1997. Primeros Memoriales. Traducido por Thelma D. Sullivan. Universtity of Oklahoma Press, Norman.Google Scholar
Sánchez de Bustamante, Lucía, Careta, Claudia Nicolás y Vázquez, Mariana Favila (editores). 2012. Catálogo del Museo de Sitio de Tlatelolco. En Museo de Sitio de Tlatelolco, pp. 195280. INAH y UNAM, Ciudad de México.Google Scholar
Seler, Eduard. 1903. Las excavaciones en el sitio del Templo Mayor de México. Anales del Museo Nacional de México 7:235256.Google Scholar
Seler, Eduard. 1992. The Pulque Vessel of the Bilimec Collection. En Collected Works in Mesoamerican Linguistics and Archaeology, Vol. 3, pp. 266280. Labyrinthos, Culver City, California.Google Scholar
Seler, Eduard. 1993. The Wall Sculptures in the Temple of the Pulque God at Tepoztlan. En Collected Works in Mesoamerican Linguistics and Archaeology, Vol. 4, pp. 266280. Labyrinthos, Culver City, California.Google Scholar
Sierra Longega, Patricia 2005. El maguey, el pulque y sus deidades. Tesis de maestría, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, Ciudad de México.Google Scholar
Spranz, Bodo. 1993. Los dioses en los códices mexicanos del grupo Borgia. FCE, Ciudad de México.Google Scholar
Taube, Karl. 1993. The Bilimek Pulque Vessel: Starlore, Calendrics, and Cosmology of Late Postclassic Central Mexico. Ancient Mesoamerica 4(1):115.10.1017/S0956536100000742CrossRefGoogle Scholar
Uriarte, María Teresa. 2002. Unity in Duality: The Practice and Symbols of the Mesoamerican Ballgame. En The Sport of Life and Death: The Mesoamerican Ballgame, editado por Michael E. Whittington y Douglas, E. Bradley, pp. 4049. Mint Museum of Art, Charlotte, North Carolina.Google Scholar
Wagner, Diana. 1982. Reporte de las ofrendas excavadas 1978. En El Templo Mayor: Excavaciones y estudios, editado por Eduardo Matos Moctezuma, pp. 119142. INAH, Ciudad de México.Google Scholar
Figure 0

Figura 1. Zonas del recinto sagrado de Tenochtitlan en las que se recuperaron vasijas trípodes con aletas. Para más información, ver la Tabla 1. Plano de Michelle de Anda. Cortesía del Proyecto Templo Mayor.

Figure 1

Tabla 1. Información general de las 18 vasijas trípodes con aletas del Templo Mayor analizadas.

Figure 2

Figura 2. Sitios mencionados en los que han sido encontradas vasijas trípodes con aletas. Mapa de Diego Matadamas-Gomora.

Figure 3

Figura 3. Ejemplos de grandes ollas para almacenar pulque: (a) Códice Magliabechiano:folio 85r; (b) Códice Mendoza:folio 71r; (c) Códice Borgia:lámina 12; (d) Códice Tudela:folio 70r. Dibujos de Diego Matadamas-Gomora.

Figure 4

Figura 4. Vasija-conejo usada durante la fiesta de Izquitécatl (Códice Florentino:libro IV, folio 13v). Dibujo de Diego Matadamas-Gomora.

Figure 5

Figura 5. Mantas de Ome-Tochtli que muestran vasijas trípodes con aletas:(a) Códice Mendoza:folio 52r; (b) Matrícula de Tributos:lámina 30. Dibujos de Diego Matadamas-Gomora.

Figure 6

Figura 6. Insignias militares que muestran el diseño de la vasija trípode con aletas:(a) Códice Mendoza:folio 65r; (b) Primeros Memoriales:folio 74r; (c) Lienzo de Tlaxcala:cuadro 62. Dibujos de Diego Matadamas-Gomora.

Figure 7

Figura 7. Símbolos con asociaciones lunares representados en códices: (a) Luna con un cuchillo al interior (Códice Zouché-Nuttall:folio 19r); (b) Luna con un conejo al interior (Códice Borgia:lámina 55); (c) Caracol insignia de Tecciztécatl (Códice Telleriano-Remensis:folio 19r); (d) Manta con caracol (Códice Mendoza:folio 52r). Dibujos de Diego Matadamas-Gomora.

Figure 8

Figura 8. (a) Vasija trípode con aletas representada en el vaso de la Colección Bilimek. Redibujado de Seler (1992:205, 219); (b) Vasija trípode de uno de los relieves del templo del Tepozteco. Dibujo de Fernando Carrizosa. Cortesía del Proyecto Templo Mayor.

Figure 9

Figura 9. Vasijas trípodes con aletas recuperadas en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Fotografías de Mirsa Islas. Cortesía del Proyecto Templo Mayor. Dibujos de Diego Matadamas-Gomora. (Color en la versión electrónica)