Introducción
El sitio arqueológico de Palenque está ubicado en las primeras estivaciones de la Sierra Madre Occidental, en la región de la cuenca del Usumacinta, también referidas en la literatura como las Tierras Bajas Noroccidentales, que abarcan al estado de Chiapas, parte de Tabasco y Campeche. La Zona Arqueológica de Palenque es la denominación actual de Lakamha’, un antiguo asentamiento maya cuyas etapas constructivas monumentales conocidas corresponden al período clásico (200–900 d.C.) y fue sede del linaje de B’aakal entre 490 y 850 d.C. (de la Garza et al. Reference de la Garza, Romero and García2012).
Desde las primeras exploraciones en Palenque-Lakamha’ después de su abandono alrededor de 850 d.C. (de la Garza et al. Reference de la Garza, Romero and García2012), este sitio ha sorprendido por la prevalencia de espacios dedicados a los muertos, tanto adentro de los edificios que funcionaron como templos funerarios, como en los demás conjuntos arquitectónicos (Blom Reference Blom1991:172; Charnay Reference Charnay2013 [1887]; Coe Reference Coe1956; Maudslay 1889–Reference Maudslay1902:33). Se han encontrado sepulturas en la mayoría de los sectores excavados desde la mitad del siglo diecinueve hasta la fecha (Núñez Enríquez Reference Enríquez and Fernando2023; Núñez Enríquez y Ciudad Ruiz Reference Enríquez, Fernando and Ruiz2024).
Waldeck (Reference Waldeck1838) es el primero en mencionar la presencia de sepulcros en el sitio. Posteriores exploradores, dentro de los que destacan Dsiré Charnay (Reference Charnay2013 [1887]), Alfred Maudslay (1889–Reference Maudslay1902), William Holmes (Reference Holmes1897), Edward Thompson (Reference Thompson1896) y Frans Blom (y la Farge Reference Blom and Farge1926), darían más detalles sobre este tipo de contextos (Núñez Enríquez Reference Enríquez and Fernando2023).
Esos personajes coincidieron en que una de las principales características de Palenque-Lakamha’ era la presencia de numerosos edificios en cuyo interior se encuentran cuartos abovedados (criptas o cámaras), utilizados como sepulcros, tanto en el área central como en los conjuntos periféricos, insistiendo en el carácter del asentamiento como un lugar de enterramientos, con lo que se generó la idea de que la antigua ciudad había tenido una función como necrópolis (Foncerrada de Molina Reference Foncerrada de Molina and Greene Robertson1974; Núñez Enríquez Reference Enríquez and Fernando2023). Posteriores descripciones, realizadas a inicios del siglo veinte, a cargo de arqueólogos mexicanos como Eduardo Noguera (Reference Noguera1921), Luis Rosado Vega (visitó Palenque en 1933, reportado en Molina Montes Reference Molina Montes, Robertson and Jeffers1979), Alberto Escalona Ramos (Reference Escalona and Alberto1991 [1933]) y Miguel Ángel Fernández (Reference Fernández1991 [1936]), confirmaron dichas aseveraciones y describieron la presencia de más edificios con vocación mortuoria en otros sectores que no habían sido explorados previamente.
Durante las excavaciones de Alberto Ruz Lhuillier (Reference Ruz Lhuillier1949–1958) se recuperaron aproximadamente 40 sepulturas, tanto al interior de cámaras o criptas como en espacios abiertos, tanto en los conjuntos periféricos como en el área central, dentro de las que destacan las tumbas de los templos de las Inscripciones y el XVIII-A. Estos hallazgos mantuvieron el ideario sobre la función de Palenque-Lakamha’ como un gran cementerio (Rands y Rands Reference Rands and Rands1961:87; Ruz Lhuillier Reference Ruz Lhuillier1949:150).
Durante la primera Mesa Redonda de Palenque, celebrada en 1973, Moisés Morales (Reference Morales and Robertson1974:127) planteó en su intervención que la ciudad se había conformado como una necrópolis después de la muerte del célebre K’inich Janhab’ Pakal I, en la cual las élites de los asentamientos vinculados o subordinados políticamente bajo la esfera de influencia de Palenque-Lakamha’ comenzaron a ser ahí sepultados, transitando así de una metrópolis a una ciudad para los muertos. Tal propuesta generó una fuerte reacción adversa entre la comunidad de mayistas, negando esa posible función en favor de una netamente urbana (Foncerrada de Molina Reference Foncerrada de Molina and Greene Robertson1974; Molina Montes Reference Molina Montes, Robertson and Jeffers1979), sin que se generara un mayor debate.
A continuación discutiremos otras evidencias que abundan en la importancia que tuvo Palenque como una hierofanía (punto de encuentro con lo divino; Eliade Reference Eliade1998; Schwarz Reference Schwarz2008:73–74) del inframundo, expresadas en el medio geográfico, los glifos emblemas sobrenaturales, la disposición astronómica de los principales templos y en la abundancia y amplia distribución de edificios concebidos como mausoleos, los que además cuentan con numerosas sepulturas colocadas en los patios en torno a éstos, en los cuales se desarrolló una intensa actividad ritual post-inhumatoria, cuya discusión en ese contexto es el objetivo central de este trabajo.
Cabe aclarar que no es la intención insistir en ver a Palenque como necrópolis, pues claramente tuvo una intensa función urbana, con todo lo que implica el concepto, a lo largo de su desarrollo durante el clásico. Pero es innegable que el linaje gobernante y, por extensión, su población se identificaron con la idea de habitar un espacio fundamental dentro de la geografía sagrada maya, y que marcaba de manera simbólica un punto de contacto con el inframundo, el cual, adicionalmente a los otros elementos mencionados, se vio representado con una amplia presencia de espacios dedicados a la interacción con los muertos, hecho que no había sido planteado en trabajos previos.
Para la antigua área maya, se cuenta además con abundante evidencia, tanto contextual como epigráfica e iconográfica, de la manipulación de los contenidos esqueléticos dentro de los sepulcros (Eberl Reference Eberl2005). Las actividades descritas en la fuente epigráfica han mostrado tener correlación arqueológica con actividades de reingreso y manipulación sobre todo al interior de las cámaras mortuorias en asociación a los templos de los centros cívico-ceremoniales de distintas ciudades mayas, restringiéndose la agencia sobre dichas prácticas a la élite y sus necesidades discursivas de legitimación del poder político (Fitzsimmons Reference Fitzsimmons2009; Martin y Grube Reference Martin and Grube2008).
La re-evaluación arqueotanatológica de los contextos mortuorios, el análisis espacial y las características de enterramiento de una selección de mausoleos y sepulcros asociados a éstos permite evidenciar un canon mortuorio palencano. La ocurrencia de una gran proporción de reingresos post-inhumación parece ser la causa de la desviación de dicho modelo. Sugiere además la existencia de secuencias rituales de larga duración. Con base en estos elementos y retomando las primeras investigaciones e interpretaciones del asentamiento, proponemos que Palenque-Lakamha’ se relacionó, desde su fundación, como un espacio liminal con una fuerte conexión con el inframundo, estableciendo dicha cualidad al centro cívico ceremonial durante el clásico temprano, pero con el paso del tiempo, se fueron incorporando más espacios para la actividad mortuoria, principalmente en la periferia, permitiendo la participación más amplia de la sociedad en dicha interacción con lo sagrado durante el clásico tardío, y no se limitaron a un reducido grupo de antepasados, como se ha observado en otros sitios mayas (McAnany Reference McAnany2010:140).
Materiales y métodos
Con la información disponible desde finales del siglo diecinueve hasta fechas recientes, se ha logrado determinar la existencia de alrededor de 265 contextos mortuorios en Palenque-Lakamha’ provenientes de edificios y espacios abiertos de distintos sectores del asentamiento, pero para esta ocasión haremos referencia a los grupos arquitectónicos que contienen la mayor cantidad de sepulturas y con los que contamos con la suficiente información. Cabe mencionar que los datos osteoarquelógicos de entierros excavados a partir de los años 1990 son mayormente inéditos.
La muestra para el presente estudio abarca información contextual y osteológica de 126 depósitos mortuorios con un número mínimo de 245 individuos, distribuidos en seis conjuntos arquitectónicos, registrados desde las excavaciones de Alberto Ruz Lhuillier (Proyecto Palenque [PP], entre Reference Ruz Lhuillier1949 y 1958), Arnoldo González Cruz (Proyecto Especial Palenque [PEP], entre 1991 y 1994), Rodrigo Liendo Stuardo (Proyecto Regional Palenque [PREP], entre 2016 y 2023), y las más recientes del Proyecto de Mejoramiento de Zonas Arqueológicos (PROMEZA, entre 2022 y 2023). La mayoría de la información arqueológica hasta 2017 fue obtenida de los informes de campo. Los registros posteriores a esa fecha fueron obtenidos en campo por los autores, quienes también llevaron a cabo un nuevo análisis bioantropológico de los componentes esqueléticos incluidos en este trabajo.
Del área central se consideran en el presente estudio el Grupo de las Cruces con 13 sepulturas, 12 de ellas excavadas por el PEP y otra más por el PROMEZA; el Grupo del Templo XV con nueve, todos recuperados por el PEP y el Grupo Campamento, recientemente excavado por PROMEZA, con nueve sepulturas. Los tres grupos restantes se encuentran en la periferia cercana y han sido considerados como espacios domésticos; del Grupo I haremos referencia a 23 sepulturas; del Grupo II, se cuenta con diez; ambos con información del PP y PEP y 62 contextos procedentes del Grupo IV (con información de los PP, PEP y PREP; véase Tabla 1 y Figura 1).

Figura 1. Sectores de Palenque-Lakamha’ en los cuales se encontraron contextos mortuorios y cuyos datos están incluidos en el presente estudio.
Tabla 1. Sectores de Palenque-Lakamha’ cuyos datos de contextos mortuorios están incluidos en el presente estudio

En cuanto a la temporalidad de la muestra, nos basamos principalmente en episodios constructivos de cada conjunto, así como en la identificación de los tipos cerámicos asociados a algunos de los entierros, pues no para todos los casos fue asignada una fase cerámica específica, aunque presentara vasijas (González Cruz y Venegas Durán Reference González Cruz and Venegas Durán2020; Rands Reference Rands and Robertson1974, Reference Rands2003; Rands y Rands Reference Rands and Rands1957). Los del Grupo de las Cruces, del Templo XV y los Grupos I y II corresponden en su mayoría con las fases Murciélagos (684–750 d.C.) y Balunté (750–810 d.C.). El Grupo Campamento abarca las fases Otulúm (600–683 d.C.) hasta Balunté, y el Grupo IV inicia desde la fase Motiepá (400–600 d.C.), y tanto la actividad constructiva como mortuoria se mantienen hasta la fase Balunté (Johnson Reference Johnson2018:153).
Basamos el análisis arqueotanatológico en una descripción de los contextos mortuorios, siguiendo la terminología y el marco conceptual definidos por la escuela francesa (Boulestin Reference Boulestin, Knüsel and Schotsmans2022; Boulestin y Duday Reference Boulestin and Duday2006; Duday et al. Reference Duday, Courtaud, Crubézy, Sellier and Tillier1990). Las características de enterramiento analizadas consideran la ubicación de los contextos mortuorios, la variedad de contenedores (tipo de continente), el carácter individual o colectivo de los depósitos, el acomodo y la manipulación del cuerpo (posición y orientación, grado de articulación del esqueleto, tipo de depósito, número de eventos que caracterizan la apariencia del contexto mortuorio, y se considera el modo de relleno) y la presencia de artefactos asociados al depósito.
Al respecto de la osteobiografía, analizamos los restos óseos siguiendo las recomendaciones emitidas por Buikstra y Ubelaker (Reference Buikstra and Douglas H.1994), añadidas a métodos más recientes para la estimación de la edad en adultos (Schmitt Reference Schmitt2005) y juveniles (Couqueugniot y Weaver Reference Couqueugniot and Weaver2007; Schaefer et al. Reference Schaefer, Scheuer and Black2009) y la determinación del sexo (Brůžek Reference Brůžek2002).
Contexto arquitectónico-espacial de las sepulturas en Palenque-Lakamha’
En los grupos arquitectónicos referidos, tanto del área central como de la periferia, la ubicación de los depósitos mortuorios se presenta en dos tipos de espacios principalmente: (1) al interior de edificios a los que denominamos mausoleos, ya sea en criptas, sarcófagos, cistas, cajas o fosas; y (2) en espacios abiertos, debajo de los pisos de patios de los conjuntos periféricos, y que se ubican cercanos a los mausoleos (Tabla 2).
Tabla 2. Características de contexto mortuorio en Palenque-Lakamha’

La abundante presencia de mausoleos en Palenque referida hasta mediados del siglo veinte ha merecido poca atención en las últimas décadas. Este tipo de edificios se construyó con la intención de albergar muertos y siempre mantuvieron esa función. Si bien ninguno de los mausoleos conocidos, más allá de los utilizados para este análisis, es igual en su arquitectura, se pueden agrupar en dos variantes principales (Núñez Enríquez y Ciudad Ruiz Reference Enríquez, Fernando and Ruiz2024).
Los del primer tipo presentan una cripta en su interior, generalmente con un techo abovedado, aunque puede presentarse también uno plano, y cuenta en ocasiones con una antecámara. Una cripta se entiende como “capilla o cámara subterránea donde se entierra a uno o varios muertos” (Gendrop Reference Gendrop1997:65). Dicha cripta puede ser un único cuarto o puede estar dividida en dos o hasta en tres cubículos. Los edificios conocidos de este tipo, además de los que se analizan más adelante, corresponden en su mayoría con el clásico tardío.
El segundo tipo de mausoleo corresponde con pequeñas estructuras que fueron edificadas sobre una sepultura inicial, que puede ser una cista o una cámara de poca altura, y tiempo después, se le agregaron más elementos arquitectónicos y sepulturas a lo largo de una o más remodelaciones. En los ejemplos de este tipo, el evento fundador, en la mayoría de los casos, ocurrió durante el clásico temprano (fase Motiepá) o inicios del tardío (fase Otulúm), mientras que los agregados arquitectónicos corresponden con el clásico tardío (fases Murciélagos y Balunté).
En cuanto a la presencia de sepulturas en los espacios abiertos, estos se han presentado en Palenque en los conjuntos periféricos principalmente y suelen estar en asociación con mausoleos.
Grupo de las Cruces y Grupo del Templo XV
Estos grupos arquitectónicos se ubican en una parte elevada al este de la plaza principal del asentamiento (Figuras 1 y 2). De acuerdo con las evidencias arqueológica y epigráfica, los edificios y plazas que observamos fueron construidos durante la fase Murciélagos (683 a 750 d.C.): el Grupo de las Cruces durante el reinado de K’inich Kan Balam y el Grupo del Templo XV por su sucesor, K’inich K’an Joy Chitam, y constituyen el espacio religioso más importante del asentamiento (de la Garza et al. Reference de la Garza, Romero and García2012:186; Stuart y Stuart Reference Stuart and Stuart2008:193).

Figura 2. Distribución de los contextos mortuorios excavados en los Grupos de las Cruces y del Templo XV.
La distribución de sepulturas en el primer grupo involucra los templos de la Cruz y la Cruz Foliada (Figura 2). Sobre el quinto cuerpo de la fachada principal del primero de ellos se han identificado dos mausoleos, uno del lado occidental y otro en el oriental. El primero consiste en un aposento de mampostería y posiblemente techado con una bóveda, construido sobre tres cámaras mortuorias (Maudslay 1889–Reference Maudslay1902:27); en la cámara central, Thompson (Reference Thompson1896:3–4) describió la exploración de un sarcófago. Posteriormente, en 1990, Arnoldo González Cruz intervino el mausoleo y encontró una cista intacta debajo del piso (tumba 5) del aposento superior, entre las lajas que cerraban las bóvedas de las cámaras central y este (González Cruz Reference González Cruz1990), con escasos componentes esqueléticos humanos, pero con más de 500 piezas de piedras verde y otros objetos, además de abundante pigmento rojo (González Cruz Reference González Cruz1993b:39 y Figura 2:41, Reference González Cruz2011:85). El segundo mausoleo del Templo de la Cruz, aparentemente elaborado con material perecedero, fue excavado también en 1993 y debajo del piso se encontraron las tumbas 8, 9, 10 y 11, tres de las cuales corresponden a cistas y una más (tumba 8) corresponde a un esqueleto colocado sobre la cubierta de lajas de una de las primeras (tumba 9).
Sobre la parte norte de la fachada principal del Templo de la Cruz Foliada, en la entrecalle del tercer cuerpo, se encontraron siete cistas colocadas a lo largo del muro de contención (González Cruz Reference González Cruz1993a:6–9). Finalmente, durante 2023 se recuperó, por debajo de una subestructura temprana de la escalinata principal, una vasija cerámica que contenía componentes esqueléticos de dos individuos perinatos (Lacoste Jeanson et al. Reference Lacoste Jeanson, Juárez, Gutiérrez, Enríquez and Cruz2024). Con excepción de ésta última y de la tumba 8 (que en realidad sólo es un esqueleto cubierto con lajas, pero sin muros delimitadores), todas las demás mostraron evidencia de manipulación post-inhumatoria—dicha evidencia se define en la siguiente parte del texto.
El grupo de estructuras y plazas en torno al Templo XV es también un espacio con una alta concentración de sepulturas y actividad post-inhumatoria (Figura 2). El edificio principal cuenta con una cripta subestructural, dividida en tres cámaras ubicadas en la mitad norte y un amplio pasillo en la mitad sur; al interior de las cámaras central y oeste se encontraron sarcófagos, el central aun intacto y un esqueleto directamente sobre el piso en la cámara al este (Maudslay 1889–Reference Maudslay1902:32; Thompson Reference Thompson1896:6).
Durante las exploraciones de 1993, se encontró debajo del piso del cubículo central una cista con el contenido vaciado y una acumulación de fragmentos óseos sobre la cubierta de ésta (tumbas 6 y 7); una cista más (tumba 2) se excavó debajo del piso del extremo oeste del pasillo (González Reference González Cruz1993a:5–7). Otra cista (tumba 1) fue descubierta al interior de un agregado arquitectónico al suroeste del mausoleo, siendo relevante que mantenía una orientación este–oeste. Se exploró también la estructura XV-A, en el costado oeste de la XV, revelando una cripta que contenía otro sarcófago (tumba 1A), con un contenido óseo de al menos cuatro individuos, alterado durante un evento post-inhumatorio.
Otra cista apareció en un pasillo entre otras dos estructuras ubicadas al noroeste (tumba 1-B). Tres cistas más (tumbas 3, 4 y 5) se excavaron en una plataforma baja ubicada inmediatamente al norte del mausoleo principal (González Cruz Reference González Cruz1993a). Al igual que en los templos del Grupo de las Cruces, las sepulturas en contenedores de piedra recuperadas en este espacio mostraron evidencia de manipulación post-inhumación.
Grupo Campamento
El Grupo Campamento, ubicado en el límite del sector noreste del núcleo central de Palenque, se conforma por dos plazas, bordeadas en sus costados por basamentos piramidales y plataformas alargadas (Figuras 1 y 3). A este espacio se podía acceder directamente por el norte, a través del Grupo A y por el este, cruzando el puente de piedra.

Figura 3. Distribución de los contextos mortuorios excavados en el Grupo Campamento.
En este sitio se identificaron recientemente dos edificios con función de mausoleo y otras sepulturas en los espacios abiertos (Figura 3). El primero de éstos se identificó en una plataforma sin nomenclatura, en la que se construyeron las instalaciones sanitarias en 1993; por lo tanto se encontraba alterada, pero como parte de los trabajos de remodelación del PROMEZA, se identificó una cripta con dos cámaras en el costado norte de ésta, lamentablemente saqueada en época moderna. Justo en el costado sur del edificio se encontraron dos cistas en una especie de patio, de las cuales se excavó una, presentando una modificación post-inhumatoria que consistió en el rellenado intencional con una mezcla de tierra y abundantes fragmentos de cerámica y obsidiana, sin modificar el contenido mortuorio original (tumba 1, SAS), el primero de este tipo registrado en Palenque (González Cruz et al. Reference González Cruz, Scherer and Núñez Enríquez2024).
El otro mausoleo identificado fue la estructura CP3, la cual se ubica en medio de las dos plazas mencionadas, revelando la presencia de seis sepulturas en su interior, colocados en tres momentos constructivos. Las primeras tres, dos cistas y una caja de piedra, fueron colocadas por debajo del piso de la cima de la estructura, en la parte central. La abundante presencia de raíces había deteriorado considerablemente el contenido de ambas cistas, pero aparentemente éstas se mantuvieron como depósitos primarios intactos; la caja de piedra contuvo los restos secundarios apilados de un individuo adulto. Tanto el depósito como el momento constructivo corresponden con el clásico tardío, probablemente durante la fase Balunté (González Cruz et al. Reference González Cruz, Scherer and Núñez Enríquez2024). En el nivel constructivo intermedio, que cubría al edificio original, se encontró un conjunto de huesos desarticulados y depositados en un acomodo circular al interior de una fosa; cercano a éste en dirección norte, se encontró otra fosa con un esqueleto sedente, fuertemente flexionado (posiblemente ingresado envuelto en un textil). Tanto los eventos constructivos como los depósitos mortuorios aparentemente sucedieron durante la fase Murciélagos, de acuerdo con el análisis cerámico.
Por último, se localizó una cripta cruciforme, con el techo plano de lajas en lo que sería el primer evento constructivo del edificio CP3, ocurrido probablemente durante la fase Otulúm, conteniendo los restos de dos personajes, uno principal recostado sobre el piso de la cripta y el otro en una pequeña antecámara ubicada al oeste; el segundo esqueleto se encontró parcialmente desarticulado y en desorden anatómico, pero se logró reconstruir una postura original sedente, con la espalda recargada sobre uno de los muros de la cripta (González Cruz et al. Reference González Cruz, Scherer and Núñez Enríquez2024). Fue evidente durante la exploración que hubo un reingreso durante la fase Murciélagos, en el que se desplazaron varios segmentos óseos del personaje principal, para retirar objetos que se encontraban en el área del cráneo y torso, además de que se encontraron mezcladas vasijas Otulúm y Murciélagos, en la parte sur de la cripta (González Cruz et al. Reference González Cruz, Scherer and Núñez Enríquez2024 y Figura 6c).
Grupos I y II
Este grupo de 11 edificios conforma la parte central de un conjunto mayor de estructuras denominado como Grupo A, que se ubica inmediatamente al norte del Grupo Campamento y afuera del área nuclear, al pie del despeñadero que sirvió como límite natural (Figuras 1 y 4) y, de acuerdo con Barnhart (Reference Barnhart2001:16), este sector sería la principal vía de acceso desde el norte hacia el área central de Palenque-Lakamha’; los materiales cerámicos recuperados muestran una ocupación inicial durante la fase Murciélagos y que continuó durante la Balunté (González Cruz Reference González Cruz1994).

Figura 4. Distribución de los contextos mortuorios excavados en los Grupos I y II.
Fue Charnay (Reference Charnay2013 [1887]:258) el primero en señalar la presencia de numerosos sepulcros en el sector; observación confirmada por Maudslay (1889–Reference Maudslay1902:10) y posteriormente por Blom, quien refiere haber descubierto numerosas cámaras con criptas, aunque sin definir un número aproximado (Blom y La Farge Reference Blom and Farge1926). Sin embargo, describe los contenidos de cuatro de éstas (sepulcros 1, 2, 5 y otra que denominó “Cámara al W del Grupo I”; Blom y La Farge Reference Blom and Farge1926:180–182), aunque la ubicación de éstas es imprecisa, salvo la sepultura 5. También aquí, Blom descubrió dos cistas en un espacio abierto (sepulcros 3 y 4), las primeras reportadas para Palenque-Lakamha’. Años más tarde y cerca de éstas, Ceballos recuperó otra cista (tumba 3), todas sin poder ser ubicadas con precisión (Ceballos Reference Ceballos1991:333); no obstante, por las descripciones y dibujos presentados por los autores se infiere la manipulación post-inhumación, tanto en las criptas como en las cistas.
Durante el proyecto de Alberto Ruz Lhuillier, Lauro Zavala (Reference Zavala1949:1–3) emprendió otra exploración en este grupo en 1949; sobre la fachada de la estructura A3 descubrió cuatro escalinatas cuyos accesos se encontraban tapiados, y que tres de ellos habían sido utilizadas como criptas, encontrando tres depósitos mortuorios secundarios sobre los pisos, de un sarcófago, además de otro entierro en fosa, junto a una tercera escalinata. En la estructura A15, la misma que Blom describió como sepulcro 5, se confirmó la presencia de los cuatro sarcófagos al interior de la cripta subestructural, concluyendo que sus contenidos habían sido saqueados por encontrarse revuelto e incompleto el material óseo, a pesar de recuperarse varias vasijas y no pocos objetos líticos (Zavala Reference Zavala1949:1–12).
La última excavación realizada en este grupo corrió a cargo de Arnoldo González Cruz entre Reference González Cruz1993a y Reference González Cruz1994 (González Cruz Reference González Cruz1994). Ya para este tiempo, se asumió que este espacio era de carácter doméstico y que había sido ocupado por una familia de alto estatus, debido a su cercanía con el centro cívico-ceremonial (González Cruz Reference González Cruz2011:34). Derivado de las excavaciones, se recuperaron 24 sepulturas, tanto en fosas como en contenedores de piedra y distribuidos en las diferentes edificios y espacios abiertos (Figura 4). Los entierros en fosas, que son el tipo minoritario, se encontraron aisladas y dispersas, mientras que los contenedores de piedras, principalmente cistas, se concentran en grupos al interior o en cercanía a edificios que consideramos mausoleos.
En lo que al Grupo I se refiere, el primer conjunto se ubicó sobre A3, en su parte este, en asociación a una de las escalinatas tapiadas con los depósitos secundarios mencionados por Zavala. Consta de cuatro sepulturas, dos en fosa y dos en cista, estas últimas fueron manipuladas. En el segundo conjunto, inmediatamente al norte de A1, se concentraron seis cistas, de las que dos permanecieron intactas y cuatro fueron modificadas post-inhumación. Otras dos concentraciones se recuperaron al oeste de A1, la primera ocurrió sobre una plataforma (A14) en cuyo relleno se encontraron otras dos cistas, sin evidencia de reingreso. Unos 10 m en sentido suroeste, se descubrió una cripta en A17, que consiste en una cámara de 2 m de largo, en la que se encontraron dos cistas debajo del piso, ambas con evidencia de manipulación post-inhumatoria (González Cruz Reference González Cruz1994:27–28).
Las seis sepulturas recuperadas en el Grupo II se concentraron en los edificios A15 y A16; el primero corresponde con la cripta descrita por Blom (sepulcro 5), más tarde excavada por Zavala. En el turno de González Cruz, se recuperó una cista debajo del piso, al centro del espacio abovedado y al frente del pasillo que da acceso desde el patio; el contenido fue alterado por una gruesa raíz de árbol, por lo que no es posible determinar si hubo alguna modificación intencional (González Cruz Reference González Cruz1994:30). El resto de los sepulcros se recuperaron de la parte superior de A16, la cual cuenta con un recinto con muros de mampostería; por fuera del muro y en la entrecalle se recuperó un depósito secundario de huesos largos, cubierto por un par de lajas alargadas, y en costado oeste se recuperó otra cista con evidencia de manipulación. Al interior del recinto se recuperaron tres cistas más, en la parte noroeste, igualmente modificadas post-inhumación (González Cruz Reference González Cruz1994:32–34).
Grupo IV
Este conjunto se localiza a unos 400 m al oeste de la plaza principal y está compuesto por 15 edificios distribuidos alrededor de un patio de 860 m2, y cuyo acceso se encuentra restringido, a diferencia del conjunto descrito anteriormente, por estructuras que bordean sus cuatro lados (Figura 5). Además de sus características arquitectónicas, en este espacio se han recuperado importantes textos epigráficos, como el Tablero de los Esclavos y los portaincensarios 1 y 2, que revelaron la historia de una serie de personajes nobles al servicio del linaje gobernante durante el clásico, a lo largo de varias generaciones, comenzando durante los primeros años del siglo siete y continuado hasta mediados del siglo nueve, siendo la actividad militar una de sus principales aportaciones. Este conjunto se considera como una residencia que corresponde con el Plan Plaza 2 (Becker Reference Becker1982; Ciudad Ruiz Reference Ciudad Ruiz2022:43; Johnson Reference Johnson2018:48).

Figura 5. Distribución de los contextos mortuorios excavados en el Grupo IV.
En el sector oriental de este grupo se ha recuperado la mayor concentración de sepulturas de Palenque-Lakamha’ a lo largo de cuatro proyectos de investigación. Comenzando con el trabajo de Barbara y Robert Rands (Rands y Rands Reference Rands and Rands1961), quienes entre 1953 y 1959, en su participación con Ruz Lhuillier, realizaron una excavación al pie de la escalinata de la estructura J6, recuperando 13 sepulturas superpuestas dentro de los tres niveles ocupacionales del patio; además, descubrieron el acceso a una cripta por debajo del mismo edificio, pero no fue explorada en la ocasión. Décadas más tarde, y con motivo del Proyecto Especial Palenque dirigido por González Cruz (Reference González Cruz1993a; López Bravo Reference López Bravo2000), se recuperaron cuatro cistas más, dos de ellas cercanas a sus antecesoras de J6, y dos más, al frente de la escalinata de J7. La tercera intervención ocurrió en el sector occidental del patio, en frente de la estructura J4 que—seguramente es otro mausoleo—aportó otra sepultura en cista (entierro 10), con evidencia de manipulación (López Bravo et al. Reference López Bravo, Mejía and Venegas Durán2004).
El último proyecto en intervenir en el grupo, encabezado por Rodrigo Liendo Stuardo, comenzó en 2016 y se mantiene hasta la fecha. A lo largo de cuatro temporadas se han realizado excavaciones extensivas en el sector oriental del patio y se han intervenido los edificios J6 y J7, confirmando su vocación como mausoleos. La muestra de sepulturas recuperadas suma ya 42 sepulturas (Ciudad Ruiz Reference Ciudad Ruiz2022; De Tomassi Reference De Tomassi2021; De Tomassi y Bellomo Reference De Tomassi, Bellomo, Salinas and Álvarez2017; Johnson Reference Johnson2018; Liendo Stuardo Reference Liendo Stuardo2020, Reference Liendo Stuardo2016). Adicionalmente, durante la temporada de 2022, se identificó otra plataforma con función de mausoleo, en un área cercano, pero que se pensaba como espacio abierto; dicha estructura se denominó como J0, pues no fue registrada durante el mapeo de Barnhart (Reference Barnhart2001) en el 2001. En ésta, se recuperaron dos cistas en su interior, una de ellas con evidencia de manipulación post-inhumatoria, y en el costado oeste, una caja de piedra con los restos desarticulados depositados de forma secundaria de un adulto.
La colección total de sepulturas (n = 61) muestra un patrón concentrado, tanto al interior como en torno a los tres mausoleos (J6, J7 y la alta probabilidad de que J4 comparta esa función) ubicados en el patio central, en donde la mayor densidad se ha presentado en el espacio frente a J6 y J7, y los corredores en torno a éstas al noroeste y este. Adicionalmente, con el descubrimiento reciente de J0, cabe la posibilidad de que el espacio mortuorio se amplíe también en esa dirección.
Para la distribución espaciotemporal de los contextos se consideran tres momentos constructivos. El más antiguo corresponde al período entre 576 y 651 d.C., época en que se construyó la primera versión de J7 para cubrir la cista (sepultura 14) que albergó los restos de algún distinguido personaje, posiblemente alguno de los mencionados en el portaincensario 1 (Johnson Reference Johnson2018:74). Contemporáneos a éste, fueron colocadas de manea dispersa otras siete sepulturas en la parte correspondiente al patio, seis de éstas en la parte norte (entierros 8, 9, 10, 11 y 13 de los Rands [Rands y Rands Reference Rands and Rands1961] y la sepultura 40), así como dos más, cercanas al incipiente mausoleo (sepulturas 36 y 37; Liendo Stuardo Reference Liendo Stuardo2020).
Durante el período de ocupación intermedio, entre el 636 y 71 d.C., fue cuando se construyó la actual versión de J7 y se elevó el nivel del patio (Johnson Reference Johnson2018:91). La ampliación de J7 abarcó tanto la primera versión del mausoleo que albergaba la cista y cubrió también las sepulturas 36 y 37. Durante el episodio constructivo se colocarán dos cistas (sepulturas 25 y 26) en el descanso de la escalinata. También durante esta ocupación se fueron agregando otras cinco sepulturas en torno a ese mausoleo (sepulturas 8, 15, 17, 28, 34); sólo las dos primeras presentaron evidencia de manipulación (Liendo Stuardo Reference Liendo Stuardo2020). Otras sepulturas que corresponden a esta segunda etapa se ubicaron en el patio, un poco más al norte; de éstas fueron modificadas las sepulturas 27, 29, 30 y 34, mientras que en los entierros 1, 2 y 6 de los Rands y las sepulturas 23, 28, 32 y 33 de Liendo Stuardo, no se observó alguna evidencia de modificación de los contenidos.
El último nivel de ocupación del área oriental del patio ocurrió después del 750 d.C., tiempo en que se erigió la cripta principal del mausoleo J6 (sepultura 35), la cual fue reingresada en al menos una ocasión, y poco tiempo después se agregó una segunda cámara en dirección sur, en la que fueron colocados de forma secundaria los restos desarticulados y parciales de un adulto y de un infante dentro de un cajón de piedra (sepultura 31; Johnson Reference Johnson2018:96–99). Durante este período fue que se dio el uso masivo de este sector para la colocación de sepulturas, contabilizando un total de 28 sepulturas, tanto en el patio central como en los pasillos laterales de ambos mausoleos. De éstas, 19 corresponden con cistas, de las cuales se registraron 13 con evidencia de manipulación post-inhumación.
Distribución de la actividad tanatológica en el asentamiento
La distribución espacial de los sepulcros palencanos analizados muestran una serie de particularidades. El componente mortuorio del Grupo de las Cruces, incluido el del Templo XV, representa el área ceremonial más importante de Palenque-Lakamha’ durante el clásico tardío, y presenta una mayor proporción de sepulturas asociadas al interior y en las fachadas de los edificios, las que además corresponden con contenedores de piedra en su mayoría, con al menos un episodio de reingreso post-inhumatorio, implicando secuencias rituales de larga duración. Esta evidencia muestra a este conjunto arquitectónico como un espacio relevante en el que se desarrolló una importante e intensa actividad ceremonial dedicada a los muertos, que no había sido contemplada en interpretaciones previas sobre su funcionalidad.
El hallazgo de mausoleos en el Grupo Campamento, conjunto que fue uno de los principales accesos al centro de la ciudad, muestra en primer lugar que la distribución de edificios con vocación mortuoria del área central de Palenque fue más amplia y que no restringe solamente al núcleo central donde se encuentran los templos funerarios conocidos. La posición central de la estructura CP3 y la plataforma adyacente, dónde se localizan los servicios sanitarios, fueron el foco de la actividad ritual de ese sector, al menos desde la fase Otulúm hasta la fase Balunté.
Los Grupos I y II presentan una importante concentración de mausoleos y de contenedores elaborados en piedra inhumados en espacio abierto, muchos de los cuales mostraron indicios de reingresos post-inhumación. También presenta una mayor variabilidad en cuanto al tipo de contenedor (sarcófagos, cistas, fosas) con respecto al área central. La mayoría de los edificios explorados contienen sepulturas. Es posible que este conjunto, que da acceso al centro de la ciudad, se concibiera desde su origen, como un espacio para la actividad mortuoria.
Finalmente, el Grupo IV concentra en un espacio relativamente pequeño la mayor colección de sepulturas conocidas para Palenque-Lakamha’. A diferencia del anterior conjunto, tanto los mausoleos como las sepulturas en torno a éstos, se fueron integrando a lo largo de tres siglos, donde podemos observar el desarrollo de las prácticas mortuorias. En el momento inicial (Motiepá), se colocó un número limitado de sepulturas en torno a un único mausoleo (J7) que corresponde al modelo del Plan Plaza 2 (Becker Reference Becker1982, Reference Becker1999) y con poca evidencia de manipulación. Durante el segundo momento (Otulúm), el enfoque doméstico permanece, pero se intensifica la colocación de sepulcros en el patio, los cuales comienzan a ser reingresados para modificar sus contenidos. Durante el tercer momento, Murciélagos-Balunté, es cuando se construyen más mausoleos (J6, J4 y J0) y se coloca la mayor concentración de sepulturas en los patios, la mayoría de ellas manipuladas post-inhumación, lo que podría indicar un cambio de la función doméstica inicial, a uno con mayor énfasis en lo mortuorio y el culto a los personajes inhumados en los mausoleos y en el patio. Recientemente, Joyce y Johnson (Reference Joyce and Johnson2022:1) han propuesto que el caso de este grupo corresponde con un cementerio del barrio, pero para eso hace falta descartar la presencia de otros conjuntos con actividad mortuoria en los alrededores.
Canon palencano
Las sepulturas de Palenque-Lakamha’, tal y como sucede en la mayoría de los sitios mayas contemporáneos (Scherer Reference Scherer, Hutson and Ardren2020), presenta una amplia variedad de tipos de contenedor y en la disposición de los restos humanos y de los objetos asociados, tanto en el interior de los mausoleos como en los espacios abiertos (Tabla 2). No obstante, en este asentamiento hubo una clara predilección por los continentes elaborados con piedra y un patrón bien definido en el acomodo inicial del cadáver.
El denominado canon palencano, documentado en los diferentes sectores del asentamiento, fue definido inicialmente por Ricketson (Reference Ricketson1925:385–386). Consiste en el depósito primario de un cadáver generalmente adulto, extendido en decúbito dorsal, con la cabeza orientada al norte, al interior de un contenedor elaborado en piedra, que por lo general corresponde a una cista, aunque también existen sarcófagos y se encuentran depósitos mortuorios sobre el piso al interior de algunas cámaras. Fue en este grupo de contenedores en los que se ha registrado la mayor evidencia de manipulación post-inhumación, como se discutirá adelante.
La predilección por estos tipos de contenedores de piedra (cista, sarcófago, caja, piso de cámara, cajón y, en una ocasión, sobre cubierta de otro entierro) observada en los conjuntos arquitectónicos de la muestra, mantiene una proporción del 78% (n = 99; Tabla 2) e involucraron un mínimo de 176 personas que se descompusieron en espacio vacío. Con respecto a las fosas y a los contenedores rellenados directamente con tierra tras la inhumación, ya sea de cadáveres articulados o de acumulaciones de huesos secos (22% o n = 28; Tabla 2), estos depósitos con relleno directo involucraron un mínimo de 55 individuos (Tabla 3), y no presentan eventos post-inhumación, permaneciendo la mayoría de éstos como depósitos primarios, sólo alterados por factores tafonómicos.
Tabla 3. Modalidades de tratamiento funerario en Palenque-Lakamha’ por individuo

En cuanto a la posición de los esqueletos, queda claro que en Palenque-Lakamha’ se optó por la extendida en decúbito dorsal, pues en los 92 esqueletos en los que se pudo establecer una posición, sin importar el tipo de contenedor, esa fue predomínate en 78 casos (85%; Tabla 3).
La mayoría de las orientaciones registradas para Palenque-Lakamha’ corresponde con un eje de sur a norte, con la cabeza apuntando hacia el último. De los 97 esqueletos en los que se pudo determinar la orientación, 90 presentaron dicho rumbo (94%; Tabla 3). Sólo se han registrado cuatro casos con orientación al este y tres al sur.
En cuanto a los objetos o artefactos asociados, 36 contextos mortuorios de la muestra estudiada no presentaron ninguno (Tabla 2). En aquellos que sí (n = 90 o 71%), el patrón más común fue la presencia de una y hasta cuatro vasijas, colocadas por lo general en la parte de la sepultura que corresponde con los pies del personaje inhumado, esto es mayormente al sur. El resto de los objetos presentó una amplia diversidad en cuanto a formas y materias primas empleadas, pero sobresalen las cuentas, navajillas, agujas y malacates, elaboradas en piedra verde, obsidiana, pedernal, concha y hueso (por motivos de espacio no se presenta una relación más detallada, pero puede consultar un análisis sobre agujas y malacates en De Tomassi Reference De Tomassi2021).
Como se expresó, en cada conjunto arquitectónico estudiado se presentan variantes en cuanto al acomodo espacial y al repertorio de contenedores; sin embargo, es evidente que en todos hubo un predominio de sepulturas con las características de enterramientos que definen el canon palencano, lo que indica la existencia de una normativa que se mantuvo constante durante la ocupación de la ciudad.
Fue también en este grupo de sepulturas dónde los palencanos concentraron una importante actividad ritual mortuoria post-inhumatoria a lo largo del tiempo, siendo las primeras evidencias durante la fase Otulúm, y la cual se fue intensificando conforme avanzaba el clásico tardío.
Actividad post-inhumación
Palenque-Lakamha’ mantiene espacios para los muertos en los diferentes sectores y éstos muestran características atípicas en cuanto al uso extendido de mausoleos y de concentraciones de sepulturas en las áreas abiertas alrededor de éstos. Tanto en unos como los otros, las actividades rituales prolongadas fueron comunes tanto al interior de las criptas como en los recipientes elaborados en piedra de los patios y plazas.
La actividad post-inhumación contempla a los tratamientos corporales que ocurrieron tiempo después del depósito inicial del cuerpo. Éstos corresponden con el concepto de reingreso, que se refiere a la acción, por parte de los vivos, de acceder a los contextos mortuorios tiempo después del depósito primario inicial (que puede ser de un cuerpo entero o de restos ya desarticulados; Chase y Chase Reference Chase, Chase, Ciudad Ruiz, Ruz and de León2005). Este se evidencia con la identificación de los movimientos no tafonómicos de los huesos y/o de los artefactos depositados en un momento dado.
Los movimientos intencionales detectados al interior de los contextos ocurrieron mayormente cuando el depósito cadavérico original presentaba un avanzado estado de descomposición o bien, ya estaba completamente esqueletizado. A partir de esto, se observaron tres principales acciones de manipulación ejemplificadas en la Figura 6: (a) remoción total o parcial de huesos y/o artefactos; (b) ingresos de elementos óseos y ocasionalmente de objetos al interior de la sepultura; y (c) movimiento o desplazamiento de segmentos óseos y objetos al interior del sepulcro. Estas manipulaciones no son excluyentes—es decir, puede haber en el mismo espacio sepulcral el depósito de huesos de otra persona, sobre un depósito primario, donde también hubo manipulación de los objetos asociados.

Figura 6. Ejemplos de reingresos a los contextos mortuorios en Palenque-Lakamha’: (a) remoción total o parcial de huesos y/o artefactos (Grupo I, tumba 9, entierro 18); (b) ingresos de objetos y/o elementos óseos al interior de la sepultura (Grupo IV, entierro 45); y, (c) movimiento o desplazamiento de segmentos óseos y objetos al interior del sepulcro (Grupo Campamento, CP3, tumba 5).
También existen casos donde el espacio sepulcral parece haber sido sellado (indicado por la presencia de una cubierta intacta) justo después de la inhumación inicial, y así se mantuvieron hasta su excavación moderna, sin mostrar ningún tipo de manipulación intencional; y otros casos en los cuales el espacio sepulcral, que a pesar de haberse encontrado bien sellado al momento de su excavación, revela la existencia de modificaciones culturales del contenido, por lo que el sellado definitivo se realizó después de los episodios de reingreso.
En Palenque-Lakamha’ se identificaron evidencias de reingresos en 75 de los 126 contextos mortuorios analizados (59%; Tabla 2), en la cual se vieron involucrados aproximadamente 175 individuos de los 245 que conformaron la muestra, dando un 71% del total de individuos (Tabla 3).
Tipo de depósito
El depósito primario caracteriza el depósito inicial de un cuerpo fresco, que se descompuso en el espacio en el cual lo encontramos hoy. Si el depósito no fue perturbado por procesos tafonómicos naturales o modificado por la acción humana (puede ser accidental o fortuita, o ser parte de un sistema de creencias), lo calificamos de primario integro. De 245 personas, 68 presentan esa variante, mientras que 14 se consideran perturbados por procesos tafonómicos (Tabla 3).
Para el análisis, se caracteriza como modificado a un depósito primario cuya manipulación no llega a caracterizarse como reducción. En la muestra estudiada en Palenque-Lakamha’, 41 individuos presentan una modificación vinculada con la acción humana en el acomodo inicial de su esqueleto (Tabla 3).
Califican como una reducción aquellos casos en los cuales el 60% del esqueleto está movido o desplazado al interior del espacio original de descomposición del cuerpo y puede incluir la remoción de algunos elementos óseos. Ese tipo de acción humana post-inhumación se pudo identificar en seis de las personas que componen nuestra muestra (Tabla 3).
Se calificó como vaciado a un depósito en el cual todos los huesos, o la mayoría que componen el esqueleto, han sido removidos afuera del espacio sepulcral inicial en más del 80%, pero que, debido a la posición relativa de algunos huesos, se puede identificar la presencia previa de un cuerpo que se ha descompuesto en dicho espacio en un momento previo a su remoción. De nuestra muestra, 17 personas presentan esa variante vinculada con la acción humana (Tabla 3).
Si, por el contrario, el contenido muestra un conjunto de huesos sin ninguna relación articular o lógica anatómica, se considera que el depósito corresponde a un segundo evento de manipulación (de ahí el termino secundario), donde en un primer momento, un depósito primario fue reingresado para sustraer los huesos secos y trasladarlos. Muchas cosas pueden haber sucedido entre la remoción del primario y su depósito final, pero queda claro que esa actividad en particular lleva al menos tres momentos en dos lugares distintos: inhumación, exhumación en un lugar y re-inhumación en otro. En esta muestra mortuoria, 66 personas están representadas por componentes desarticulados trasladados de un sitio distinto al de su hallazgo (Tabla 3).
Un depósito mixto se caracteriza por la disposición de restos humanos ya esqueletizados (secundarios) en asociación a un depósito primario previo. En Palenque-Lakamha’, esta práctica se materializa como la colocación de un bulto que contiene principalmente huesos largos, cráneo y mandíbula y, de manera general, los paquetes con huesos fueron depositados al nivel de las extremidades inferiores o a los costados de un individuo depositado de forma primaria y en posición supina (Núñez Enríquez Reference Enríquez and Fernando2011). En nuestra muestra, observamos un total de 13 depósitos mixtos (Tabla 2). En la Tabla 2, los depósitos mixtos señalados con una estrella (*) indican contextos mixtos en su sentido más amplio y se caracterizan por la combinación de varios tipos de depósitos, y entonces de varias personas, encontrados en el mismo espacio sepulcral (Duday et al. Reference Duday, Courtaud, Crubézy, Sellier and Tillier1990; Pereira Reference Pereira, Malvido, Pereira and Tiesler1997); suman 27 de los contextos mortuorios analizados.
En relación con todos los depósitos mixtos (n = 40), se nota una proporción inferior respecto a los depósitos primarios (n = 56). Cabe mencionar que los depósitos calificados como exclusivamente primarios (sin modificación, ni reducción, ni vaciado) en la Tabla 2 fueron individuales, pues sólo se han registrado dos ejemplos con más de un individuo depositado de forma primaria adentro de un mismo espacio sepulcral. Los depósitos exclusivamente secundarios fueron escasos (sólo el 9,5% de la muestra o 12 casos).
Calificamos como huesos sueltos a los depósitos que cuentan con menos de diez elementos óseos o dientes, sin poder definir si son el resultado de un vaciado, si forman parte de un rasgo funerario donde se colocan o se dejan escasos restos de manera intencional, o bien a filtraciones de un sepulcro a otro que se pudieron dar con el tiempo por diversos agentes tafonómicos.
En síntesis, en Palenque-Lakamha’ se encuentran los siguientes tipos de acomodo de contextos: la inhumación puede ser primaria (el cuerpo se descompuso en el espacio donde se encuentra en el presente); secundaria (fueron depositados restos ya descompuestos en el espacio donde se encuentran); o mixta (Pereira Reference Pereira, Malvido, Pereira and Tiesler1997), en donde se encuentra una o varias inhumaciones primarias mezclada(s) con restos sometidos a otros tratamientos, en especial el reingreso de bultos con huesos desarticulados, si bien pueden haber también restos que fueron primarios, pero quedaron reducidos a los lados del sepulcro, o vaciados. La evidencia parece indicar que estemos en presencia de una misma secuencia funeraria: parte del depósito de forma primaria de una persona extendida en decúbito dorsal con cabeza orientada al norte cuyo contexto sepulcral se ve luego reingresado y modificado, vaciado o reducido, con o sin ingreso de otra persona ya sea de forma primaria o secundaria.
Análisis de correspondencias múltiples
En la Figura 7, proveemos el análisis de correspondencias múltiples (ACM) por las variables analizadas: tipo de depósito, articulación, modalidad de descomposición, reingreso, individualidad y asociación con objetos ya sean platos de cerámica o no. Las variables sexo y rango de edad se usan de forma ilustrativa. El tipo de continente y la posición del cuerpo no se usaron como variables en el ACM, ya que presentan demasiadas modalidades, incluso algunas raras (observadas en 1 o 3 individuos en total). A la izquierda del axis vertical, se observa una asociación entre el reingreso a los contextos mortuorios y las siguientes variables: articulación parcial o sin articulación, con relleno indirecto, colectivo, asociación con objetos (platos de cerámica u otros). Del otro lado del axis, observamos una asociación entre el aspecto individual del entierro, la articulación del esqueleto y el carácter directo del relleno. Se realizaron gráficas en mosaico basados sobre los residuos estandarizados de un modelo log-lineal para esas asociaciones y se pudo negar la hipótesis nula de no-independencia de las variables según la tasa p < 0,05; en otras palabras, el análisis estadístico comprueba la existencia de una estrategia de reingreso particular y su carácter no aleatorio.

Figura 7. Análisis de correspondencias múltiples (ACM) de las variables descriptivas de los contextos mortuorios: tipo de depósito, articulación, modalidad de descomposición, reingreso, individualidad y asociación con objetos (platos de cerámica u otros).
Discusión
Hemos planteado en la primera parte de este documento que Palenque-Lakamha’ fue concebida como un lugar dentro de la geografía sagrada maya vinculado con el inframundo, haciendo de éste un espacio liminal. Esta hierofanía se vio materializada, tanto con la dedicación de amplios sectores del asentamiento para dicho fin como con una intensa actividad ritual mediante el contacto físico con los huesos de los muertos inhumados en contenedores de piedra.
La actividad mortuoria observada en los conjuntos arquitectónicos analizados es evidencia de un uso extendido de edificios y de los espacios adyacentes para la disposición de una considerable cantidad de sepulturas a lo largo de la ocupación de Palenque-Lakamha’, la mayoría de las cuales fueron reingresadas en una o más ocasiones con el fin de manipular los contenidos originales, ya fuera para sustituir los restos por otro cadáver reciente, para agregar bultos con huesos sobre los primarios esqueletizados o para recuperar elementos óseos, en diferentes proporciones, de un cadáver esqueletizado. Dichas acciones post-inhumatorias se presentan en Palenque con una frecuencia que no fue común en otros asentamientos mayas contemporáneos, salvo en ciertos contextos pertenecientes a la élite (Fitzsimmons Reference Fitzsimmons2009:7; Scherer Reference Scherer, Hutson and Ardren2020:130–131).
En Palenque-Lakamha’, las sepulturas recuperadas del Grupo de las Cruces y del Templo XV muestran una mayor estandarización en sus características que las halladas en la periferia. En las del primer grupo hay un predominio de los continentes de piedra, de la posición extendida y la presencia casi exclusiva de adultos de ambos sexos; sin embargo, no muestran diferencias con respecto a los episodios de reingreso y manipulación, ni con los repertorios artefactuales asociados, con excepción de la tumba 5 del mausoleo NW, que mostró características similares a las esperadas para un miembro de la alta élite en un templo funerario (e.g. abundante presencia de objetos elaborados en piedra verde).
En contraste, los mausoleos y sepulturas en patios de los conjuntos periféricos presentan diferencias en la distribución espacial, y también una mayor diversidad contextual. En primer lugar, destaca la cantidad de mausoleos por conjuntos: los edificios A3 (escalinatas), A15, A16 y A17, para los Grupos I/II, sin contar con los mencionados por Blom (Blom y La Farge Reference Blom and Farge1926), y los edificios J6, J7, J0 y con seguridad también J4, del Grupo IV. Las sepulturas localizadas al interior de éstos presentan una mayor estandarización en cuanto a tipo de contenedores y acomodo de los contenidos, incluido el predominio de los adultos—un comportamiento similar en otro conjunto periférico no incluido en este estudio lo presenta también el Grupo B, en donde cuatro de las cinco estructuras que lo conforman contienen criptas (López Bravo Reference López Bravo2000:40).
En los espacios exteriores adyacentes a los mausoleos de los grupos estudiados, coexiste una amplia variedad de depósitos, con un predominio de los contenedores de piedra que alternan con una variedad de fosas, la mayoría de éstas con acomodos diversos, tanto primarios como secundarios, pero con escasa evidencia de manipulación posterior al depósito.
Esta mayor variabilidad sugiere que en los espacios fuera del centro se presentaba un repertorio ritual más amplio, que contempla diferentes formas de incorporación del fallecido al mundo de los muertos que, si bien es difícil de interpretar con los datos actuales, formaron parte de comunidades de muertos, bien diferenciadas espacialmente y que, en su conjunto integraban un discurso o mensaje coherente, en el intento de establecer comunicación con lo sagrado.
La alta incidencia de sepulturas, individuos y episodios de reingreso en la muestra de Palenque-Lakamha’ requiere de una explicación que vaya más allá del culto a determinados y muy seleccionados miembros de la sociedad con intenciones políticas de legitimación (Fitzsimmons Reference Fitzsimmons2009; McAnany Reference McAnany1995).
El abundante registro etnográfico sobre comunidades de filiación maya contiene información relevante con respecto a las concepciones sobre la muerte y los destinos de las entidades anímicas, así como del actuar de los deudos ante el moribundo y el cadáver, aportando valiosa información sobre los tratamientos alrededor del momento del deceso y ciertas prácticas de manipulación cadavérica post-inhumación, que, aplicada como analogía etnográfica (Pearson Reference Pearson2000:21–45; Ucko Reference Ucko1969) aporta algunos elementos a la presente discusión.
Para las comunidades mayas actuales, la correcta observación de los rituales para los muertos (visitas, limpieza de las tumbas, ofrendas, se les habla y baila), así como la celebración de las festividades anuales para los difuntos, son un elemento generador de cohesión familiar y comunal entre ambas esferas (Brito Benítez y Chung Reference Benítez, Leticia and Chung2015; Guiteras Holmes Reference Guiteras Holmes1992:195–211), situación que se ha propuesto a nivel arqueológico con la idea del culto al ancestro (McAnany Reference McAnany1995), pero que, en los casos actuales, va más allá de un personaje fundador, ya que involucra a la mayoría de los muertos adultos más allá de su condición social.
En una serie de comunidades de filiación canul, hablantes de maya yucateco y que habitan en la parte noroeste del estado de Campeche (México), se realizan rituales funerarios prolongados que involucran la manipulación de los esqueletos, tras un período de descomposición de los tejidos blandos, que dura tres años por lo regular (Tiesler Reference Tiesler2020:65). Esta práctica ha sido ampliamente documentada desde la década de 1990 (e.g. García Barrios Reference García Barrios, Parada, Corselas and Méndez2020). Previo a la mencionada celebración, los preparativos inician con el Choo Ba’ak, la ceremonia en la que se limpian los restos óseos. Pasados los tres años del fallecimiento, el sepulturero se encarga de recuperar los restos semi-esqueletizados, para despojarlos de cualquier residuo de tejido blando, lo que representa una analogía con la imagen presente en la Altar 5 de Tikal (García Barrios Reference García Barrios, Parada, Corselas and Méndez2020:379; Grecco Reference Grecco Pacheco2023:154; Grube y Schele Reference Grube and Schele1994). En esta actividad, resulta de vital importancia recuperar todo resto del individuo, incluido el cabello y las uñas, así como la totalidad de los huesos, pues serán el soporte necesario para que la entidad anímica haga presencia en el plano terrenal, situación que difiere de los restos secundarios recuperados en contexto arqueológico que suelen estar incompletos. Los restos ya limpios son colocados en una caja para formar un osario y acomodados según un orden preestablecido, comenzando con los pies y culminando con el cráneo, de manera análoga a la escena principal del mencionado altar, facilitando así que el muerto se pueda parar y desplazarse más allá del cementerio (Apipilhuasco Miranda Reference Apipilhuasco Miranda2023:133; Tiesler Reference Tiesler2020:68). En las celebraciones posteriores, son los familiares los encargados del mantenimiento, tanto del espacio en dónde se albergan como de los huesos. Esta práctica implica el reconocimiento de los muertos como personas sociales, con quienes los vivos mantienen vínculos afectivos mediante esa interacción (Apipilhuasco Miranda Reference Apipilhuasco Miranda2023:125). Mediante la exhumación de los restos y su posterior mantenimiento en los osarios, se asegura la liberación de la entidad anímica, la cual requiere de aire y sol para existir en plenitud. Estas entidades, llamadas pixan, tienen libertad de movimiento entre los mundos por lo que su presencia en la tierra no se restringe a la celebración anual. Su presencia en este mundo se manifiesta sutilmente mediante “vientos”, sueños o personificados en algún animal. Cuando los vivos perciben la presencia de un pixan, deben de acudir ante los restos, pues son el medio conductor para entablar el diálogo (Apipilhuasco Miranda Reference Apipilhuasco Miranda2023:134).
La distancia geográfica y temporal entre esa región de Campeche y el registro arqueológico de Palenque-Lakamha’ resulta riesgosa para una analogía directa, pues en la práctica también se vislumbran ciertos elementos de origen europeo (García Barrios Reference García Barrios, Parada, Corselas and Méndez2020:382–383). No obstante, sí brinda elementos que nos permiten plantear algunos aspectos de corte ideológico para trasladarlos al pasado.
Tal como se hace alrededor del cadáver en ciertos municipios de Campeche, en Palenque-Lakamha’ la mayoría de los contextos mortuorios presentan evidencia de manipulación post-inhumación. La tumba en ese sentido es un elemento relacional de una secuencia ritual—ya no se entiende como un elemento definitivo, sino que como el escenario de una narración contada por episodios y gracias a un lenguaje cuya escritura es el cuerpo humano y sus producciones materiales. La secuencia ritual, en ese contexto, se entiende no como relativa a la identidad, a la procedencia del difunto (Weiss-Krejci Reference Weiss-Krejci and Sachse2006) o bien a su estatus social (McAnany Reference McAnany1995), pero a las relaciones entre los vivos y los muertos, y al uso que los vivos hacen de los muertos (Martínez González Reference Martínez González2021). Es posible que lo que observamos en Palenque sea la manera en la que una comunidad expresó las ideas sobre la muerte, el tránsito al más allá, desarrollando la creencia de que, en la ciudad, dadas las características expuestas al inicio, permitía una interacción más eficiente con los muertos y su plano existencial.
La interacción permanente con los muertos implica la existencia de una secuencia funeraria de larga duración. Esa duración sólo puede ocurrir en dos casos: se regresa de forma cíclica a los lugares de inhumación o bien se vive relativamente cerca de ellos. Palenque-Lakamha’ ha sido entendida como una urbe con producción agrícola centralizada e intensa (Liendo Stuardo Reference Liendo Stuardo2002). El modelo agrícola implica un cierto sedentarismo (aunque puede ser por temporalidades) y una atención dedicada al ciclo nacimiento-vida-renacimiento que está implicado en el cultivo de las plantas. La reencarnación a través del “cultivo” de partes corporales y de su siembra está mencionada en el Popol Vuh cuando los señores del inframundo instalan la calabaza de Junajpu en un árbol—misma cabeza que permitirá su reencarnación a través de un embarazo (Craveri Reference Craveri2013). Las semillas se podrían asemejar a los huesos en el sentido en que son las partes del cuerpo, tanto vegetal como animal, que no se desintegran con la descomposición de los tejidos blandos. De los huesos, o de los muertos, puede nacer la vida de nuevo. La concepción ontológica de la muerte con relación a la importancia de la actividad productiva agrícola en la cosmovisión maya antigua ha sido demostrada en cuanto a la guerra, los cráneos y los cautivos (Rivera Acosta Reference Rivera Acosta2022).
Los avances en el desciframiento de la escritura maya revelaron elementos de la cosmovisión y la ritualidad, entre ésta, diversos aspectos con relación a la muerte (Coe Reference Coe1992; Eberl Reference Eberl2005; Martin y Grube Reference Martin and Grube2008). En el caso de Palenque-Lakamha’, el desciframiento de los glifos-emblema permitió conocer su verdadero nombre: Lakamha’, que se traduce como Lugar de las Aguas Grandes. Destaca la presencia de numerosos arroyos permanentes en todo el asentamiento. Se sabe que, en la cosmología maya, el agua es el elemento que marca la entrada al inframundo, mismo que está lleno de agua (Craveri Reference Craveri2013).
Varios autores propusieron una interpretación de los principales monumentos de Palenque (Grupo de las Cruces, Inscripciones y el Palacio) en la cual sus constructores enfatizaron la relevancia del aspecto inframundano del sitio. La ciudad presenta una serie de cualidades de corte simbólico que apoyan dicha interpretación: la ubicación del sitio en el borde suroeste del territorio maya y su correspondencia potencial con la puesta del sol, que simboliza la entrada del astro al inframundo; el espacio natural donde se fundó la ciudad está caracterizado por varias alegorías que la vinculan con la región de los muertos: consta de abundantes afluentes de agua, barrancos, pequeñas montañas y cuevas, además de ser una región rica en yacimientos de fósiles marinos, indicativos del mar primigenio. De esa manera la modificación del terreno natural mediante el juego de las plazas y edificios, generaron un perfecto mesocosmos, en el que se han identificado incluso intenciones ópticas durante eventos astronómicos (de la Garza Reference de la Garza2007; Miller Reference Miller1974; Schele y Mathews Reference Schele and Mathews1998:43–46; Schele y Villela Reference Schele, Villela, Macri and McHargue1996; Stuart Reference Stuart2006:92). Otro elemento iconográfico sugerente es la representación del árbol cósmico, el que conecta el plano terrestre con las regiones divinas del cielo y las entrañas de la tierra, y los ejemplos de este elemento en Palenque son los más desarrollados entre sus contemporáneos (de la Garza Reference de la Garza2007:19–20; López Austin y López Luján Reference López Austin and Luján2009:93, 96–97). Estos elementos hacen de Palenque-Lakamha’ un lugar adecuado para la reunión, tal vez periódica, de los humanos en momentos claves de celebraciones rituales que permiten la renovación de los ciclos (Palka Reference Palka2024), con una fuerte conexión, en este caso, al momento de pasaje en el inframundo.
En ese sentido, los mausoleos podrían interpretarse como la manifestación de una cosmovisión más que como meras edificaciones que simbolizan un poder terrenal o una jefatura política o militar. Estas estructuras son, en esencia, una versión humanizada y, quizás, controlable de las montañas sagradas, que han sido tradicionalmente vistas como fuente de vida y como puertas de acceso al inframundo (López Austin y López Luján Reference López Austin and Luján2009:18, 22, 121).
Desde esta perspectiva, los mausoleos no sólo sirven como tumbas, sino que también representan un espacio simbólico donde convergen lo humano y lo divino. Estos edificios pueden ser vistos como un intento de unir los planos terrenales y divinos, reflejando la búsqueda de trascendencia de los pueblos que las construyeron. Las pirámides en las civilizaciones mesoamericanas no sólo eran monumentos funerarios, sino también centros de adoración y de rituales que reforzaban la cohesión social y la identificación cultural de las comunidades (Coe Reference Coe1956).
Las personas allí sepultadas podrían no ser concebidas como ancestros eternos o seres divinizados por sus acciones en la vida, sino, por el contrario, como figuras humanas que simbolizan la transformación y el paso hacia otro estado de existencia. En este sentido, su muerte podría interpretarse como un mecanismo que permite que los ciclos vitales continúen, ofreciendo así una continuidad entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y permitiendo a los humanos tener un rol en la renovación de los ciclos cósmicos (Eliade Reference Eliade1998).
La interpretación de los mausoleos en Palenque-Lakamha’ como espacios de poder simbólico ha sido interpretado en cómo las élites han utilizado la arquitectura funeraria para legitimar su estatus a lo largo de la historia. Sin embargo, al examinar la relación contemporánea de las comunidades mayas con sus muertos y con las personas designadas para tener cargos cívico-religiosos (e.g. Bonfil Batalla Reference Bonfil Batalla1987:66–69; Pitarch Ramón Reference Pitarch Ramón1996:185), se sugiere que estos monumentos pueden tener significados más complejos.
La manera en que las comunidades actuales interactúan con los fallecidos puede reflejar una visión de la muerte que trasciende el control social y político. En este sentido, los mausoleos no son necesariamente herramientas de dominación, sino lugares de memoria y continuidad cultural y de participación humana en los ciclos cósmicos. El mausoleo, donde se encierra un señor de la montaña a escala humana, puede ser visto como un lugar en el cual los humanos tratan de incubar semillas (López Austin y López Luján Reference López Austin and Luján2009:54) que permiten que el sol empiece a ganar sobre la oscuridad. En este sentido, la alineación del Templo de las Inscripciones con la puesta del sol al momento del solsticio de invierno, el día más corto del ciclo solar, cuando la luz del día empieza a ganar tiempo sobre la noche, es significativa.
Así, la relación entre los mausoleos y el pueblo puede ser más dialéctica; pueden ser lugares donde las prácticas y creencias de las comunidades influyen en la percepción y uso de estos sitios a lo largo del tiempo. En lugar de ser meras manifestaciones de poder, los mausoleos podrían ser entendidos como puntos de encuentro entre el pasado y el presente, el cielo y el inframundo, donde las tradiciones culturales se revitalizan y adaptan a nuevas realidades, ofreciendo a la comunidad la posibilidad de ser parte y participante del cosmos. Esto subraya la importancia de considerar las dinámicas de poder en un contexto más amplio, que incluya las voces y prácticas de las comunidades actuales.
Por lo tanto, la interpretación de los mausoleos como representaciones de una cosmovisión rica y compleja invita a repensar su función en las sociedades que los construyeron, destacando no sólo su papel como monumentos de poder, sino también como espacios donde se entrelazan las creencias sobre la vida, la muerte y la transformación. Esta multidimensionalidad en su significado sugiere que, en última instancia, estos mausoleos son un reflejo de una visión de los humanos como puntos de conexión terrenales con lo sagrado, entre los planos inframundanos y celestiales.
El linaje a cargo de Palenque-Lakamha’ se denominaba así mismo como procedente de b’aakal o baake’l, que se ha traducido como “lugar de abundancia de huesos” (Skidmore Reference Skidmore2008:8). Sería una alegoría a la cualidad sobrenatural del territorio (como proponen Helmke y Kupprat [Reference Helmke and Kupprat.2017:97–98] en el caso de Kanu’l), esta condición sagrada del espacio mítico, otorgaría legitimidad divina a sus señores al vincularlos como los custodios del portal con la región de los muertos. Cabe recordar que las personas sepultadas de forma primaria en decúbito dorsal extendido en Palenque-Lakamha’ presentan casi exclusivamente una orientación con cabeza al norte. En la cosmovisión tsotsil, el norte remite al color blanco y está asociado al humo del copal que se dirige hacia el plano celestial y los ancestros (comunicación personal, Laura Hernández Santíz, fotógrafa independiente de Chiapas, tradición Chamula-Tsotsil). El norte ha sido interpretado como el camino tomado por los muertos (Scherer Reference Scherer2015:197–198).
Quienes concibieron Palenque plasmaron en su edificación un espacio con una fuerte presencia simbólica relacionada con lo inframundano, como un espacio liminal con la región de los muertos. Tal vez ahí, la interacción directa con los componentes esqueletizados de los miembros difuntos de la comunidad adquiría otra intensidad, una mayor eficacia en la comunicación entre ambas realidades, entre las dos regiones a la cual tenían acceso y tal vez derecho, sectores más amplios de la sociedad—lo que se ve reflejado en la frecuencia de reingresos a los espacios sepulcrales y su distribución en la mayoría de los sectores del asentamiento arqueológicamente conocidos.
Conclusión
En resumen, el análisis arqueotanatológico en Palenque-Lakamha’ permite observar la existencia de un canon mortuorio ampliamente distribuido en el asentamiento, que representa una etapa de una compleja secuencia ritual prolongada en torno a los sepulcros. Ésta consiste en el depósito primario de una persona recién difunta sobre un axis norte–sur en decúbito dorsal, extendido en un contenedor de piedra. De ahí, el contexto mortuorio puede permanecer sellado e inalterado, o bien se vuelve a ingresar para modificar el contenido original, tanto el óseo como el artefactual, en el que se observan acciones como la remoción, el re-depósito o el desplazamiento de partes anatómicas y/u objetos, a los que hacemos referencia como acciones post-inhumatorias.
La alta incidencia de esta práctica ritual en el registro arqueológico de Palenque, así como el uso extensivo de mausoleos, es poco común en otros sitios mayas contemporáneos, salvo escasos ejemplos como Chinikihá, donde se registraron acciones post-inhumatorias frecuentes, y Caracol, que presenta un número notable de mausoleos. A nivel regional, la evidencia de estas acciones se limita mayormente a los contextos mortuorios hallados dentro de estructuras a base piramidal, mientras que la mayoría de los sepulcros permaneció inalterada, como se observa en Piedras Negras (Houston et al. Reference Houston, Escobedo, Scherer, Child, Fitzsimmons, Ciudad Ruiz, Ruz and de León2005) y Bonampak (Tovalín Ahumada et al. Reference Tovalín Ahumada, Montes de Paz, Velásquez, Laporte and Escobedo1998). Las características de enterramiento y manipulación en Palenque refuerzan la propuesta de la identidad inframundana del asentamiento y, por ende, de sus habitantes.
La distribución de los conjuntos, mausoleos, sepulcros y subsecuentes modificaciones muestra coherencia espacial y simbólica con los conceptos paisajísticos relacionados con el inframundo. Esto se evidencia en el glifo emblema b’aakal, que resalta como metáfora de las acciones rituales en torno a los sepulcros. La disposición espacial de los grupos arquitectónicos, comenzando al pie de la montaña sagrada y en el eje cósmico recreado en la Plaza de las Cruces, incorpora al Templo XV en el borde oriental de la elevada plataforma, vinculándolo con el ocaso. Al pie de este conjunto, las aguas del Otulúm fluyen hacia el norte, en dirección al juego de pelota, otro punto de proyección con el inframundo, pasando junto a los mausoleos del Grupo Campamento y comenzando su descenso por las cascadas, flanqueadas por los grupos I y II y B, donde se han identificado numerosas estructuras con vocación mortuoria. Esto sugiere que estos espacios funcionaban como lugares de actividad ritual más que doméstica y que pueden representar un escenario mítico (Núñez Enríquez y Ciudad Ruiz Reference Enríquez, Fernando and Ruiz2024).
El Grupo IV, ubicado a poca distancia al oeste y con una ocupación más antigua que los otros conjuntos, presenta un proceso de transformación del espacio doméstico a uno eminentemente ritual, con el paso de los eventos históricos en que varios de sus habitantes se vieron involucrados (Skidmore Reference Skidmore2008), evidenciado por la elevada concentración de mausoleos, sepulturas y manipulaciones, convirtiéndolo en el espacio con mayor evidencia de interacción entre vivos y muertos actualmente conocido en el sitio. La persistencia de rasgos mortuorios en los diferentes espacios demuestra una tradición compartida entre diferentes sectores de la población, sugiriendo que la interacción física con los restos óseos y los objetos asociados, entendida como un canal de comunicación entre las realidades de los vivos y los muertos, fue practicada ampliamente a lo largo del tiempo. Esto implica que la interacción con lo sagrado no se limitaba al grupo dominante ni a un número selecto de antepasados domésticos, sino que se extendía a un grupo más amplio de muertos y a aquellos encargados de mantener esta relación a través del ritual.
A través de la realización periódica de estos rituales, amplios sectores de la sociedad podían entablar un diálogo con lo divino, influyendo directamente en aspectos relacionados con la prosperidad doméstica, corporativa y la fertilidad. La diversidad de elementos en los depósitos mortuorios en Palenque-Lakamha’ sugiere que, a pesar de la existencia de un canon mortuorio, la interacción entre vivos y muertos se articuló en múltiples momentos a lo largo de largas secuencias rituales, en las que el asentamiento pudo haber desempeñado un rol particular en la geografía sagrada maya antigua, estrechamente vinculado al ciclo de vida, muerte y renacimiento que estructura la cosmovisión de las poblaciones agrícolas. En ese sentido, los mausoleos podrían ser la traducción de una cosmovisión, más que la encarnación de un poder terrenal y de una jefatura política o militar. Son una versión humanizada, y por ende tal vez controlable, de las montañas sagradas y de sus riquezas, de donde emerge la vida y puertas de entradas al inframundo. Las personas allí sepultadas tal vez no son ancestros eternos, seres divinizados por sus acciones sobre la faz de la tierra, sino, al revés, personajes humanos que representan las encarnaciones del pasaje en otro momento de la existencia, cuya muerte permite que los ciclos sigan existiendo y puedan transformarse.
Agradecimientos
Agradecemos especialmente a Rodrigo Liendo Stuardo, director del Proyecto Regional Palenque, y a Arnoldo González Cruz, director del Proyecto Arqueológico Palenque, por facilitar una buena parte de la información arqueológica ocupada en el presente análisis. Mil gracias a Frédéric Santos por su apoyo con la estadística. A Rocío Hernández Juárez por haber revisado y comentado el documento. A Laura Hernández Santíz por sus valiosos comentarios y por compartir su conocimiento de la cosmovisión Chamula-Tsotsil. A los dictaminadores, por su valioso trabajo y sus lecturas atentas, que contribuyeron a mejorar significativamente el manuscrito original.
Declaración de financiamiento
Parte de esta investigación fue financiada por el proyecto CBF2023-2024-1602 otorgado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías de México.
Declaración de conflicto de intereses
Los autores declaran que no existen intereses opuestos.
Declaración de disponibilidad de datos
Los autores confirman que los datos que apoyan las conclusiones de este estudio están disponibles en el artículo.