Breve presentación de Francisco de Paula Castañeda, el excepcional
Las intervenciones de Francisco Castañeda en la prensa han dado lugar a la construcción de una figura cifrada por la excepcionalidad que tiene su origen en la evaluación que de él hicieron sus opositores en la prensa. Sin embargo, este juicio se vio ratificado por varios estudios que abordaron su figura desde la historiografía y los estudios literarios.
Los trabajos más importantes sobre la figura de Castañeda destacan diferentes aspectos en la excepcionalidad de la figura del fraile. Adolfo Saldías (Reference Saldías1907) rescata su figura como la de un actor relevante en la escena política de su época cuestionando la indiferencia con que la historiografía lo había tratado, mientras que José Pacífico Otero (Reference Otero1907) rescata su dimensión como hombre de fe y es a esta a la que adjudica las razones de sus acciones y sus disidencias con sus contemporáneos. Por otro lado, Arturo Capdevila (Reference Capdevila1933) aborda la figura del fraile tomando como fuente algunas publicaciones tanto de Castañeda como de sus adversarios y construye una lectura más cercana a la novela histórica que a la biografía, y es este libro el que Osvaldo Loudet (Reference Loudet1934) usa como material de investigación junto a ciertos documentos históricos para intentar desentrañar si la acusación de locura de sus contemporáneos era sostenible, llegando a una conclusión afirmativa. Son estos los estudios que determinan una imagen dislocada de Castañeda y de su producción textual (Herrero Reference Herrero2020).
Sin embargo, las lecturas contemporáneas de sus textos subrayan una excepcionalidad que, sin desestimar los estudios biográficos e históricos, se enfoca en las características distintivas de las producciones escritas. En particular, los estudios de Claudia Román (Reference Román2014a) juegan un papel crucial al analizar la red de su sistema de prensa y la proliferación de sueños en sus textos, así como la especificidad de su expresión verbal (2014b). Estos trabajos son fundamentales para comprender las estrategias compositivas que enlazan las publicaciones y ofrecen una visión más amplia de su producción periodística. Del mismo modo, el estudio de Cristina Iglesia (Reference Iglesia2018) sobre la construcción de la figura de las matronas, los análisis de Juan Ignacio Pisano (Reference Pisano2022) sobre las figuras gauchescas y los de Virginia Forace (Reference Forace2016) sobre la construcción polifónica y la dinámica intertextual complementan estos estudios al explorar cómo se articulan estas producciones escritas.
Por otro lado, el estudio preliminar con el que Néstor Auza (Reference Auza2001) acompaña la publicación facsimilar de Doña María Retazos aborda tanto la construcción de la singularidad de su figura como las particularidades de sus textos periodísticos tomando ese periódico como un ejemplo privilegiado de sus estrategias compositivas. Así también, investigaciones como las de María Laura Romano (Reference Romano2018) sobre el uso de la fantasía en la prensa para imaginar soluciones a situaciones que desafiaban el orden natural y racional, y sobre la representación de la instancia de lectura (2020), así como los trabajos de Rosalía Baltar (Reference Baltar2006, Reference Baltar2013, Reference Baltar2014) y Virginia Forace (Reference Forace2020) sobre la construcción de una figura autoral mediante estrategias compositivas innovadoras y una posición política excéntrica, junto con la creación de un público diferencial (Forace Reference Forace2017), y el estudio de Pedro Luis Barcia (Reference Barcia2005) sobre el uso del Quijote como herramienta hermenéutica de la realidad, se enfocan más en un análisis pormenorizado de publicaciones específicas que en explorar los lazos entre ellas.
Este artículo retoma esos aspectos para ubicarlos en un contexto de producción que, en cierta medida, atenuará esa singularidad al dar cuenta de los antecedentes de sus estrategias y procedimientos, y destacará los sentidos que construye con el propósito de intervenir en la escena pública y política.
Algunas características de la prensa rioplatense entre 1810 y 1816: Los antecedentes de la prensa moral, la sátira y la red
A lo largo del siglo XVIII, la prensa americana se presentó como una herramienta para el progreso material y moral de los pueblos a través de su labor educativa, publicando fragmentos de libros considerados útiles o análisis de los mismos, persiguiendo también una función informativa, subsidiaria del discurso histórico que buscaba construir una imagen de grandeza que quedara perpetuada para la posteridad (Román Reference Román2014a). A partir de las revoluciones, la prensa asumió además la función de construir la legitimidad de las autoridades por medio de textos que interpretaban los hechos a partir de los valores que se ponían en juego y de las consecuencias que tenían para el pueblo. En el Río de la Plata, la Junta de Gobierno fundó en junio de 1810 la Gazeta de Buenos Aires con el propósito de complementar con “noticias exteriores e interiores” (La Gazeta 1) la labor informativa del Correo de Comercio fundado en marzo de 1810 por Manuel Belgrano con el propósito de “ilustrar materias científicas y literarias, y teniendo por principal objeto fomentar los intereses materiales y popularizar los sanos principios de economía política”(J. M. Gutiérrez citado por Galván Moreno Reference Galván Moreno1944, 49). En 1811, a estos dos periódicos se sumó El Censor, a cargo de Vicente Pazos Silva, quien, como coeditor de La Gazeta junto a Bernardo de Monteagudo, había protagonizado “una polémica sobre la radicalidad del proceso revolucionario en el marco del mismo periódico” que parecía “desdoblarse en dos publicaciones distintas, hasta que Pazos renunció y fundó El Censor” (Martínez Gramuglia y Rossetti Reference Martínez Gramuglia and Rossetti2017, 1).Footnote 1
En 1815, con el propósito de fomentar el debate de modo controlado, el Cabildo creó El Censor con el propósito de “reflexionar sobre todos los procedimientos, y operaciones injustas de los funcionarios públicos, y abusos del País, ilustrando á los Pueblos en sus derechos y verdaderos intereses”, designando como editor a Antonio Valdés; mientras que La Gazeta, a cargo de Camilo Henríquez, se desempeñaría “noticiando al Pueblo los sucesos interesantes, y satisfaciendo á las censuras, discursos ó reflexiones del Censor” (Estatuto Provisional 1815).Footnote 2
La dinámica de debate controlado de El Censor, en la que este periódico se convertía en comentarista de los textos de La Gazeta e intérprete del valor de ciertos acontecimientos contemporáneos, se llevaba a cabo con “la moderación que recomienda el Estatuto” para evitar “atizar las facciones y discordias” (El Censor 9, 4). Esta estrategia dio lugar a la creación de La Prensa Argentina (Valdés Reference Valdés1815b), donde Antonio Valdés (Galván Moreno Reference Galván Moreno1944) buscaba, mediante este desdoblamiento, propiciar un debate genuino que no estuviera limitado por las reglas del Estatuto. Este enfoque permitió al periodista cubano desarrollar en El Censor un discurso orientado, por un lado, a la ilustración del pueblo y, por el otro, a la unión de los americanos, ambas metas encaminadas hacia la independencia de España (González Márquez y Mengual Reference González Márquez and Mengual2016) con “artículos propios que abordaban las diferentes problemáticas políticas del momento, entre las que sobresalen sus críticas a la política española, la importancia de la declaración de independencia de las Provincias Unidas y la importancia del reconocimiento de la misma por parte de Gran Bretaña y los Estados Unidos” (Pasino Reference Pasino2016). Por otro lado, en La Prensa Argentina (editada de forma anónima), Valdés (Reference Valdés1815b) construyó un discurso crítico organizado en torno a una lógica dialogal que conectaba ambos periódicos a través del comentario y la crítica textual. La relación entre las dos publicaciones, descritas como “dos publicaciones antagónicas, recalcitrantes en su enemistad y disparidad para juzgar los hechos y las cosas” (Galván Moreno Reference Galván Moreno1944), constituyó un marco ficcional que permitía explorar con mayor profundidad la complejidad tanto de la realidad como del propio discurso periodístico. Este enfoque se plegaba sobre sí mismo para analizar sus herramientas y evaluar su función y valor sociales.Footnote 3
Conexiones en red
La operación que Valdés efectuó se asemejaba al desdoblamiento de Pazos Silva (Reference Pazos Silva1812) como redactor de La Gazeta y de El Censor, con la salvedad de que Valdés mantuvo la autoría de La Prensa Argentina en el anonimato. El cubano creó dos figuras autorales ficcionales, se desdobló para construir un diálogo tensionado entre los editores que fue la verdadera forma de su pensamiento. Su estrategia apuntaba a crear el debate de ideas necesario para la plena comprensión de la realidad y sus aspectos más sutiles, así como las vías de acción más propicias, una estrategia escolástica que, aunque se alejaba de la sistematización del conocimiento propia del Iluminismo francés, buscaba el medio más propicio para la ilustración del pueblo (González Márquez y Mengual Reference González Márquez and Mengual2016). El vínculo de esos espacios de enunciación creó una unidad que los contenía y que les dio sentido, una suerte de “proto” red.Footnote 4 Valdés fue, quizás, la primera figura autoral desdoblada que se volvía figura y contrafigura de sí mismo. Sin embargo, la función crítica que pretendía para sus periódicos solo era posible con la participación de los lectores a quienes convocaba a escribirle constantemente. La participación de los lectores en los debates públicos les daría la oportunidad de constituirse como sujetos discursivos capaces de hablar y de juzgar, legitimando el espacio de la prensa como lugar de constitución del sujeto, al mismo tiempo que como elemento de ilustración que permitía esa participación (Eagleton Reference Eagleton1996).
En 1816, luego de ser declarada la independencia, surgió la cuestión de la forma de gobierno que la nueva nación adoptaría. Con una clara perspectiva patriótica, Valdés analizó los actos de gobierno y las oportunidades de acción política de cada momento, junto con sus posibles consecuencias, y en este sentido fue crucial su participación en el debate por la forma de gobierno que la nueva nación debía asumir tras la declaración de independencia en 1816. Con el fin de dar cuenta qué “se ponía en juego con cada forma de gobierno el redactor analizó caso por caso: gobierno democrático extensivo a un solo Estado, gobierno aristocrático de igual extensión, Estado colectivo o federal, y monarquía constitucional”, llegando a la conclusión de que la monarquía constitucional era el modelo más adecuado para la situación rioplatense y “se resguardó de las críticas exponiendo que no estaba de acuerdo con las monarquías despóticas, sino con aquellas que eran tanto mixtas como puramente republicanas” (Roch Reference Roch2017, 11). Sin embargo, esto no impidió que Pazos Silva le saliera al encuentro desde La Crónica Argentina impugnando enérgicamente el sistema monárquico y la elección de un soberano incaico —que era la propuesta que Belgrano había llevado al Congreso de Tucumán— dando lugar a un debate cambiante y, a veces, contradictorio sobre las formas de gobierno y sobre el sujeto de imputación de la soberanía, en el que también participó Manuel Antonio Castro desde El Observador Americano secundando las ideas de Valdés.Footnote 5
Al considerar estas polémicas, la ficción periodística de Valdés se complejiza con tensiones que surgen por la intervención de perspectivas ajenas al editor que no puede matizar su expresión ni controlar el tono en el que son emitidas, y que lo fuerzan a asumir él mismo una actitud más beligerante y enérgica en las páginas de El Censor que, inicialmente, había construido con un tono crítico moderado.
La estrategia de desdoblarse en dos figuras de editor pudo deberse, en primer lugar, a que Valdés no deseara ser sospechado de ofender “derechos particulares” o de atentar contra la “conservación de la religión católica” dado que Camilo Henríquez era fraile y una sospecha de ataque a la persona de un fraile podía derivar en una infracción por parte doble.Footnote 6 Sin embargo, el motivo más importante para el desdoblamiento fue que “impugnarle y vindicarle el mismo individuo [el gobierno], en los mismos papeles de su contrata, son cosas (…) opuestas” (El Censor 23, 8). Valdés no juzgaba correcto impugnar al gobierno desde una publicación mantenida económicamente por el Estado —El Censor debía criticar los actos de gobierno para consolidar su legitimidad, no para socavarla— ni que quien impugnara fuera la misma persona que vindicara, estas funciones debían atribuirse a personas distintas y para este fin fue necesario el desdoblamiento. Por eso creó dos personajes ficcionales con perspectivas opuestas y un referente que no remitía a los personajes, sino a la tensión misma: ni el censor ni el prensista se correspondían con Valdés de un modo tan preciso como el conflicto entre ellos hacía referencia a su modo de ver el mundo. Con esta estrategia Valdés cuestionaba los actos de gobierno sin arriesgarse a cometer un delito ni incurrir en contradicciones porque no podía ofender a ningún particular si lo que hacía era hablar consigo mismo.Footnote 7
La ficción como estrategia
Hablar de ficción en la prensa implica reconocer el valor del discurso ficcional como herramienta que permite hacer inteligible la realidad y volver evidentes los mecanismos que la construyen (Rancière Reference Rancière2014). Es este el valor que Vieytes parece haberle reconocido en 1805 cuando publicó en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio (1802–1807) una serie de cartas que constituían una ficción ejemplar en la que JHV (personaje ficcional que podría leerse como alter ego de Vieytes) dialogaba con su hermano sacerdote Anselmo para presentarlo como un ejemplo de lo que los sacerdotes de campaña deberían hacer (en la opinión de Vieytes), educadores de los agricultores por medio de la práctica (Martínez Gramuglia Reference Martínez Gramuglia2011). Diez años después, Valdés retomó esta estrategia al desdoblarse en dos editores (El Censor y La Prensa Argentina) y en dos personajes al interior de sus periódicos (el Editor y JGV), con el propósito de analizar la realidad, examinando las relaciones entre los sujetos y las circunstancias. Sin embargo, a diferencia de la ficción creada por Vieytes, los textos ficcionales de Valdés dialogaban con los textos de toda la publicación, incluidos los remitidos por colaboradores reales creando un contrapunto y un itinerario de lectura que se constituía como un artefacto ficcional en sí mismo. El discurso de Valdés no solo reflexionaba sobre los eventos del mundo, sino que tomaba distancia de sí mismo para examinar sus propias condiciones de posibilidad como instancia crítica de la realidad. Así, sus periódicos construían una imagen de la sociedad en la que los ciudadanos discutían los asuntos públicos y participaban activamente del debate político al que de forma constante los llamaba desde sus páginas. Esta representación cumplía una doble función: servir como método de ilustración sobre los temas de interés público y ofrecer un ejemplo del modelo de sociedad que aspiraba a construir.
Pensar la categoría de personaje en los periódicos de Valdés implica entender la ficción como una estrategia de montaje de los materiales.Footnote 8 Muchas de las firmas que aparecieron en La Prensa Argentina y El Censor no eran invenciones de Valdés, sino que remitían a entidades del universo extratextual que asumían la categoría de personaje porque su función en la trama textual de las publicaciones excedía su intención y cobraba un valor que derivaba de su interacción con los demás textos. Estas interacciones construían un itinerario de lectura que era el verdadero dispositivo ficcional. En todo caso, la intención de dar sentido al conjunto (en el que cada texto se veía resignificado en cierta medida) recayó sobre la figura del editor, quien generaba o elegía los textos de cada número construyendo posibles sentidos de lectura. Valdés compuso un discurso polifónico y multi-autoral construyendo una red que provocaba que los textos dialogaran entre sí. Este tipo de estrategia no era nueva en la prensa y se había desarrollado con éxito tanto en Europa como en América.Footnote 9
No se trata entonces de pensar el periódico como un texto ficcional pleno, sino de sostener la tensión que en su discurso se produjo entre ficción y realidad por medio de la interacción entre los personajes (y sus textos) ficcionales y reales. Por un lado, la ficción buscaba indagar y mostrar los mecanismos por los cuales la realidad se producía; y, por el otro, incorporaba a su discurso elementos de esa realidad absorbiéndolos y volviéndolos funcionales para sí misma.
La sátira abismada
Si bien La Prensa Argentina buscaba ilustrar al pueblo tanto como La Gazeta o El Censor, introdujo una variante inédita hasta ese momento en las publicaciones periódicas del Río de la Plata: la sátira. En la sección “Impresos”, donde Valdés se proponía “dar una idea de todos los periódicos e impresos particulares que se publiquen, haciendo, cuando convenga, criticas observaciones” (“Prospecto”, 2) imperaba un tono irónico con el que impugnó las acciones de las publicaciones porteñas para las que tenía “a reserva un almacén de garrotes” (“Prospecto”, 2). Estos “garrotes” constaban de valoraciones irónicas, personificaciones que hacían hincapié en debilidades del carácter (aunque sin llegar al sarcasmo), onomatopeyas de golpes para indicar la acción misma de criticar, y un tono informal que buscaba emular una conversación, aunque teniendo en cuenta un nivel de corrección en el estilo que fuera acorde al medio impreso (La Prensa Argentina 7). Esta sección se ubicó hacia el final del periódico y junto a la sección “Comercio” tenía una tipografía pequeña generando un efecto de nota al pie que parecía dar una importancia secundaria a esa información respecto de la que era percibida como el cuerpo del periódico, las secciones “Política” y “Variedades” que se abocaban a la política local y a la exterior respectivamente en un tono serio.
Sin embargo, en el número 8 de El Censor apareció una carta que cuestionaba el tono y los términos en los que se expresaba el editor de La Prensa Argentina sobre una carta de Francisco Castañeda publicada en La Gazeta de Buenos Ayres. La carta, firmada por JGV, ponía en discusión la capacidad de la sátira para generar una crítica constructiva. Esta firma sin referente extratextual se construía como una instancia de lectura en sí misma e introducía una discusión metadiscursiva sobre las modulaciones aceptables en el discurso crítico de la prensa. Valdés replicaba la estrategia de Vieytes en el Semanario, pero no la usaba para educar al pueblo, sino para reflexionar sobre los límites del propio discurso. Por otro lado, este diálogo ficcional no quedó circunscripto a los personajes del prensista y JGV, sino que se abrió a la participación del propio Castañeda quien participaba así, por primera vez, en una ficción periodística y dejaba asentada su valoración de la sátira como un modo válido para promover la ilustración del pueblo (La Prensa Argentina 8, 5).
El debate que Valdés montó entre sus personajes examinaba los rasgos de la buena crítica, sus términos, objetos y finalidades, al tiempo que proponía la sátira como un modo de llevarla a cabo. Entre los planteos, contradicciones y correcciones que JGV y el prensista desarrollaron en sus cartas, la buena crítica quedó definida como una herramienta para “destruir con firmeza las preocupaciones, descubrir y corregir con finura los defectos (…) sin agraviar a los sujetos, evitando sus nombres si es posible” (El Censor 8, 8), criticando sus acciones o ideas de una manera “pronta y festiva (…) aguda y fugaz [evitando] las negras y amargas invectivas” (La Prensa Argentina 7, 6). Este uso de la sátira como herramienta de la crítica tenía su origen en el precepto de la true satire que se caracterizaba “por la racionalidad de la argumentación, la moderación en el tono y la abstracción del objetivo satírico” (Uzcanga Reference Uzcanga Meinecke2001, 2) propia de los periódicos que dieron origen al modelo del espectador, The Tatler (1709–1711) y The Spectator (1711–1714). El tono que buscaban los editores de aquellos periódicos, Joseph Addison y Richard Steele, era el de una charla de café amistosa (Weill Reference Weill1962) que era el mismo que Valdés indicaba como adecuado a “este género de papeles” (La Prensa Argentina 7, 5–7) y al que Castañeda adhirió en la carta con la que se incorporó al debate respecto de la prensa crítica.
A partir del momento en que El Censor publicó la primera carta de JGV y comenzó a construirse la correspondencia con el prensista, la sátira superó los límites de la sección “Impresos” y entró en la de “Variedades”, asumiendo una tipografía más grande, ganando espacio en las hojas y volviéndose más relevante en el periódico. Valdés construyó su sátira como una puesta en abismo de lecturas, construyendo una suerte de eslabonamiento en el que La Gazeta transformaba la realidad en textos informativos (apoyados en datos y organizados en torno a conceptos) que El Censor examinaba con el propósito de proponer recomendaciones y articular reconvenciones, mientras La prensa Argentina realizaba una lectura crítica de ambos evaluando la efectividad de sus estrategias discursivas para promover acciones en la sociedad. El último escalón de esta puesta en abismo sucedió al interior de las páginas de La Prensa Argentina donde el público lector, personificado en JGV evaluaba el desempeño crítico de su editor. Es así que cada uno de estos eslabones estaba vinculado al anterior por una relación de lectura y un modo de transformar esa lectura en escritura.
La participación de Castañeda en esta estrategia de Valdés que combinaba la ficcionalización y la sátira (recursos usados de manera esporádica por la prensa desde sus inicios) nos induce a plantear no solo una continuidad de estilo con las publicaciones de Castañeda, sino también una cercanía ideológica que es, posiblemente, la causante de su colaboración. Tanto Valdés como Castañeda entendían la educación como el factor central para lograr la independencia de los pueblos americanos, que solo ilustrados podrían ejercer una soberanía que les era propia. Si bien Valdés había ofrecido “un importante apoyo discursivo al proyecto de San Martín y a la monarquía incaica propuesta por Belgrano” (Pasino Reference Pasino2016), Castañeda no abogó por un sistema preciso, aunque sí se manifestó por la necesidad de un gobierno centralizado, legitimado por una representatividad basada en la libre elección de los pueblos (Castañeda Reference Castañeda1820b, 101). Ambos sostuvieron sus ideas por medio de enérgicos alegatos y de la satirización descarnada de quienes construían como oponentes.
La prensa moral: El modelo del “espectador”
Esta sátira moralizante, típica de la literatura barroca, había ingresado a la prensa a comienzos del siglo XVIII en Inglaterra, donde The Tatler (1709–1711) y The Spectator (1711–1714) se convirtieron en el modelo de la prensa moral europea.Footnote 10 Estas publicaciones aspiraban a consolidar un pensamiento crítico en la sociedad dejando de lado abstracciones y especulaciones, para asumir la perspectiva ficcional de un hombre de mundo, observador y perspicaz, que elaboraba un discurso persuasivo en el que sus ideas se elaboraban por medio de retratos, diálogos, misivas, sueños, etc. (Urzainqui Reference Urzainqui1995). Por otro lado, The Female Tatler (1709) se abocó al comentario ridiculizante de los hábitos y costumbres de las mujeres, buscando complementar la mirada de su contraparte masculina en el afán de corregir los vicios de la sociedad por medio de la sátira.Footnote 11 Con esta publicación, Mrs. Crackenthorpe se convirtió en la primera periodista femenina de Europa e inauguró una línea de publicaciones de y para mujeres, en las que se discutía la condición moral femenina (Sánchez Hita Reference Sánchez Hita2009).Footnote 12 Tanto uno como otro apuntaban a “la consolidación de una clase social, la codificación de las normas y la regulación de las prácticas” (Eagleton Reference Eagleton1996, 13), lo que en las páginas de Castañeda se tradujo como una defensa del lugar de la Iglesia como guía moral de la sociedad y la insistencia en una sociabilidad organizada en torno al modelo de la familia que no solo proponía prácticas propias a cada género, sino modos de producción ordenados según la jerarquía de un saber propio a cada uno.
El éxito de estas publicaciones implicó una rápida y prolífica expansión de este tipo de prensa en toda la Europa continental, lo que permitió el desarrollo de cierta variedad en cuanto al modelo original ya que, por ejemplo, los personajes que daban nombre a los periódicos fueron observadores, censores, monitores y pensadores —cada nombre ponía de relieve la actitud evaluativa que el periódico personificado asumía frente al mundo—, pero también duendes y brujas (Urzainqui Reference Urzainqui2009), criaturas que encarnaban la pesadilla de la razón, que podían tergiversar la imagen de la realidad tanto como develar misterios vedados a la razón (Romano Reference Romano2018). Los títulos de esos “espectadores” eran nombres que indicaban una función social, pero también la personificación de una lectura que, aunque debía tomar cierta distancia para evaluar la realidad y sus conflictos, también debía sumergirse en ella para conocerla a fondo.
En este sentido, ninguna de las publicaciones rioplatenses de la época podría pensarse como ejemplos de “espectadores”, ya que ninguna reunía todas las características centrales del género. El Censor presentaba un fuerte carácter de “espectador”, ya que se proponía corregir vicios y abusos, pero su función no se orientaba al total de la sociedad, sino al gobierno. La Prensa Argentina se proponía promover el cambio social a partir de la renovación de las costumbres corrigiendo abusos y vicios, y transmitiendo ideales que favorecieran el progreso moral de la sociedad (Urzainqui Reference Urzainqui2009, 6), pero no se presentó como un personaje caracterizado por una actitud de lectura (por ejemplo, censurar, observar, monitorear, etc.) ni tampoco en forma de criatura fantástica (como los duendes y brujas que el Río de la Plata conocería unos años después y que ya nacían y morían fugazmente en España).Footnote 13 Por este motivo, el periódico que Francisco Castañeda anunció en su “Primera Amonestación al Americano”, el Monitor macarrónico místico político (que vería la luz como Despertador teofilantrópico místico-político) fue la primera propuesta de un espectador en el Río de la Plata.Footnote 14
La Prensa de Francisco de Paula Castañeda: El programa y su desarrollo
Desde la Primera Amonestación (1819) hasta el último número de Ven Portugués que Aquí sí es (1828), Castañeda desarrolló un proyecto de prensa que “se prolonga al menos a lo largo del siglo XIX en proyecciones que trastocaron el sistema de géneros de la literatura argentina, modificaron el estado de la lengua literaria y el campo de las publicaciones periódicas” (Román Reference Román2014c, 327). Todo ese proyecto que Román (Reference Román2014b, 47) califica de “extravagante y singular” se condensa ya en el nombre de su primera publicación.
El nombre como programa
El Monitor macarrónico místico-político que Castañeda anunció en su Primera Amonestación habría tenido como propósito central la burla satírica de las ideas publicadas en la prensa con el fin de poner en evidencia su insustancialidad, esto es “el chaquaquismo, y el filosofismo” que Castañeda identificaba como los “enemigos interiores, cada uno de los quales es peor mil veces que todos los godos” (Castañeda Reference Castañeda1819, 1). Sin embargo, cuando finalmente vio la luz, el primer periódico del fraile se llamó Despertador Teofilantrópico Misticopolítico lo que cambiaba el foco de la intervención del autor de monitor, función que implicaba una operación sobre los textos, a despertador, que remitía a una relación directa con los lectores.Footnote 15 Aunque la naturaleza macarrónica del Despertador es innegable, la ausencia del término en el título de la publicación desviaba el foco de la estrategia estilística hacia el motor de la acción que fusionaba el servicio al pueblo con el servicio a Dios, ya que la construcción de la palabra “teofilantrópico” indicaba un amor a los hombres guiado por Dios.Footnote 16 Finalmente, el término que no se vio modificado de la propuesta original indicaba el tipo de ideas que serían examinadas ya que “místico-político” implicaba una doble conducción, la de los espíritus y la del cuerpo social.Footnote 17 En ambos casos, sus enemigos eran los falsos filósofos y los periodistas ignorantes que esparcían la falsa filosofía entre el pueblo, engañándolo y llevándolo al enfrentamiento interno, o sea los “pseudosofos” y los “chaquacos”. Si bien Castañeda usó de manera indistinta el término filósofo o pseudosofo, hizo una distinción entre filosofía y filosofismo de modo indirecto, asociando este último término a “unos trapalones inquietos, díscolos y soberbios, perturbadores de la paz, noveleros que embaucaron á la Francia, y á la Europa con sus teorías inverificables (…) en contradicción no solo con nuestra razón, sino también con nuestra fé y nuestros sagrados libros” (Castañeda Reference Castañeda1820c, 21). La filosofía verdadera quedaba del lado de la razón que no podía de ninguna manera estar en desacuerdo con los “sagrados libros”. La otra figura del enemigo eran los “chacuacos” que, en una extensa nota al pie en el número 3 del Despertador Teofilantrópico Misticopolítico, identificaba como un término propio de Sudamérica que significaba “pícaro que nada nada tiene sino bolsa para meter lo que agarra con el brazo”, y distinguía tres tipos: a) “de corte”, de quienes decía que “les suele lucir bien lo que roban (…) y vincular á su persona los honores, y atribuciones de hombres de bien, y de grandes republicos”; b) “chaquacos de cobachuela, chacuacos de imprenta, de comedia, de café” a quienes identificaba con los periodistas satíricos; y, c) “de la campaña” de quienes decía que “siempre andan causando daños sin reportar la menor utilidad para ellos mismos”. Si bien utilizaba la figura del pícaro y del ladronzuelo, su caracterización permite comprender que estaba haciendo referencia a los periodistas de las publicaciones informativas, a los periodistas satíricos y a los panfletistas de hoja suelta.
La segunda mitad del título original del Monitor macarrónico presentaba batalla contra las criaturas fantásticas que poblaban la prensa y que proponían ficciones que cuestionaban el orden natural y racional del mundo (Romano Reference Romano2018, 9). Los “duendes, fantasmas, vampiros” y las demás “inocentísimas criaturas” quedaban a la par de los “pseudofobos” en tanto que máscaras deformantes de una realidad que no develaban, sino que tergiversaban.
La prensa que Castañeda propuso se ubicaba en un lugar intermedio entre los periódicos de sus enemigos ideológicos que pensaban la realidad a partir de las ideas de la Revolución francesa, y las publicaciones de esas criaturas fantásticas que proponían fantasías a partir de las cuales imaginar soluciones a una realidad que escapaba a las explicaciones de la razón. En esa encrucijada, Castañeda propuso ficciones que componían un sujeto social coral que leía la realidad a partir de un ideario católico ilustrado. El fraile creó lo que puede considerarse el primer espectador rioplatense, una publicación que buscaba fomentar el pensamiento de los lectores, desde la perspectiva de un fraile que mantenía un contacto directo con el pueblo y que se expresaba de un modo concreto a través de una variedad de tipos textuales que provocaban una lectura entretenida (Urzainqui Reference Urzainqui2009).
Aquel primer espectador, sin embargo, no fue el único. Castañeda tomó la estrategia reticular de Valdés y la llevó un paso más allá. Alejado de la mirada externa propuesta por los espectadores europeos, el fraile desarrolló una serie de desdoblamientos que dieron origen a una compleja red de personajes-publicaciones. Estos no solo dialogaban entre sí, sino también con lectores ficcionales o ficcionalizados, creando la impresión de que era la propia sociedad la que se expresaba en sus páginas. Si, como señala Eagleton (Reference Eagleton1996, 18), “Las identidades discursivas no están preconcedidas, sino que se construyen en el acto mismo de participación en una conversación culta”, Castañeda dio vida a frailes y matronas capaces de entretejer un entramado argumentativo que no solo buscaba señalar y rectificar aquello que debía atenderse con detenimiento, sino también ponerlo en el centro de la atención pública.
Sin proponérselo, Castañeda creó personajes femeninos que avanzaron hacia la escena pública y se consolidaron como interlocutores válidos en el imaginario colectivo, sentando las bases para que, décadas más tarde, surgieran las primeras publicaciones locales editadas por mujeres. En este contexto, el título Despertador teofilantrópico misticopolítico puede interpretarse como una consigna que resume la labor periodística de Castañeda: evaluar la moralidad de sus oponentes mediante un examen crítico de sus acciones y discursos, analizando la coherencia entre ambos. A través de una ficción construida con herramientas discursivas barrocas, propuso un modelo de patria y pueblo alineado con los ideales católicos.
El desarrollo del programa
El enemigo confederacionista tenía múltiples cabezas: por un lado, los “filósofos” que abogaban por la anulación de las jerarquías, la libre asociación de los hombres y el alejamiento de la religión como brújula moral “que son unos trapalones inquietos, discolos, soverbios, perturbadores de la paz, noveleros que embaucaron a la Francia, y á la Europa con sus teorías inverificables” (Castañeda Reference Castañeda1820c, 21), “pero para mayor desgracia de la América, el clero es combatido no ya en libros de filósofos impíos, sino en nuestros mismos periódicos” (Castañeda Reference Castañeda1820d, 4), por lo que el discurso venía en libros desde el extranjero y encontraba eco en las páginas periódicas.Footnote 18 Un discurso que se desplegaba y se multiplicaba. Por otro lado, quienes detrás de máscaras de fantasía presentaban al público una realidad caótica e incomprensible, los “duendes, fantasmas, vampiros, y de otras inocentísimas criaturas, que no tienen mas manos para ofendernos que las que nosotros les damos” (Castañeda Reference Castañeda1819, 12), que no usaban la lengua para develar la forma verdadera del mundo, sino para esconderla y guiar los hombres al error. Con el fin de hacer frente a tantos enemigos, Castañeda construyó una trama ficcional en la que se desdobló volviéndose él mismo, muchos (Furlong Reference Furlong1994).
El primer paso fue asumir una función doble: la de predicador en el púlpito, y la de periodista en la prensa porque “los bobines que en Buenos Ayres aguardan el santo advenimiento de los gauchos creyendo que su venida es para mejorarlos (…) son capaces de enmienda (…) yo estoy obligado a procurarla por todos los medios, y modos estimulándome a ello no solo el patriotismo, y provincialismo, sino también el ministerio que me constituye sal de la tierra y luz del mundo” (Castañeda Reference Castañeda1820d, 6). Si bien en ambos espacios mantuvo la investidura de hombre de Dios (sus personajes masculinos también eran frailes), sus materiales de trabajo diferían, pero los personajes que creó no buscaban esconder su verdadera identidad (de hecho, en varias ocasiones reclamó la autoría de todos sus periódicos desde sus mismas páginas), como los espectadores europeos, sino exceder las posibilidades enunciativas de un personaje con un referente extratextual. Esta estrategia logró desprender el plano discursivo de la referencialidad material —a la que se ataba el resto de la prensa como fundamento de valor y verdad— construyendo una referencialidad conceptual que hacía remitir el discurso a entidades abstractas, conceptos e ideas.
Sin embargo, “nuestros bravos ni son autores de la revolución, ni entraron en ella con plan meditado, ni la siguieron con orden” (Castañeda Reference Castañeda1820c, 6-7), lo que provocó un caos social en el que las palabras como libertad, igualdad e independencia entraban en disputa (Castañeda Reference Castañeda1820d, 2) y era necesario que se “gasten hasta significar neto neto lo que en la realidad significan” (Castañeda Reference Castañeda1820c, 9). De entre todos, el concepto más urgente era el de patria. Toda su red de periódicos estuvo al servicio de definir ese concepto. Finalmente, en 1821, un personaje femenino surgido de las páginas del Despertador Teofilantrópico, Doña María Retazos, fue presentada como editora y periódico a la vez, para construirse en la imagen de una patria textual que asumía una voz independiente de toda tutela, pero reconocía y aceptaba la guía del Padre Castañeda. Construida a partir de la estrategia del montaje, ponía en serie retazos de textos que eran “lo escogido de la elocuencia española, lo sublime de la religión que hemos heredado de nuestros mayores, lo fino de la política, y de la filantropía que muchas veces a prorrumpido la verdadera virtud castellana” (Castañeda Reference Castañeda1821, 5) para configurar una imagen de patria construida con elementos virtuosos, que lejos de rechazar la herencia española, la aceptaba y la resignificaba al aplicarla como marco de lectura de la realidad política argentina (Barcia Reference Barcia2005).
Sin embargo, la construcción de la identidad de la patria no se efectuó solamente por medio de la relación entre los personajes y de sus caracterizaciones, sino que también hubo una apuesta innovadora en el plano léxico en el que Castañeda concretó pliegues entre diversos registros de la lengua a partir de un proceso de composición que eludía la instancia de la frase para unir dos aspectos de la realidad en un solo término, unión que no estaba libre de tensiones. Es este el caso de “gauchi-político” que hacía referencia a un sujeto que siendo habitante de la ciudad tomaba como referentes políticos a los caudillos y ponía sus expectativas de progreso en la figura de las montoneras que entraban en las ciudades causando destrozos. Esta contradicción entre la expectativa y la realidad de la situación construía una dicotomía de connotación negativa y que justificaba el adjetivo de “bobines” (Castañeda Reference Castañeda1820d, 6).Footnote 19
Este uso desviado de la lengua, al que el mismo autor califica de macarrónico, operaba en dos planos y superponía el estilo y la perspectiva, generando una visión propia del mundo.Footnote 20 Castañeda creó un estilo poético (Román Reference Román2014b) a partir de hibridaciones que deformaban la lengua para reflejar la forma desconcertante del mundo y extremaban las posibilidades significativas del castellano erudito injertándolo de lengua popular, ejerciendo una violencia lingüística que repetía la violencia social, consecuencia de esas montoneras gauchas que acechaban la ciudad letrada y la tomaban por la fuerza. Al darles un nombre a los diferentes aspectos de la realidad cotidiana (actores, acontecimientos sociales y eventos políticos), Castañeda los definía y les daba un lugar en el tejido social que permitía interpretarlos desde su perspectiva y pretendía generar una toma de posición de sus lectores respecto de ellos. La lengua castellana se desintegraba en morfemas que el fraile volvía a juntar para formar entidades nuevas, creando un acervo léxico que construía representaciones de entidades nuevas, del mismo modo que las instituciones habían estallado desintegrándose en elementos que se agrupaban y se reagrupaban en nuevas instituciones que se sucedían unas a otras (Garavaglia Reference Garavaglia1999). Una puesta en abismo donde entraban en serie los hechos, la lectura y la escritura.
Al igual que la estrategia de composición lingüística forzaba un desplazamiento del significado de sus unidades a partir de su conjunción y daba lugar a entidades conceptuales diversas de las originales y específicas a la realidad que buscaban ordenar y definir (Román, Reference Román2014b), los textos que componían los números de sus publicaciones construían una imagen compleja de la realidad a partir del recorte y la yuxtaposición. Esta era la misma estrategia que Valdés había utilizado en La Prensa Argentina, ambos conjugaban textos propios y ajenos diseñando un mapa de la realidad y un itinerario de sus conflictos y posibles soluciones desde una perspectiva moral. Los dos periodistas insertaban los textos ajenos no solo como piezas de estudio o de instrucción, sino con el fin de formar una serie que, leída en relación con los acontecimientos, pudiera ofrecer una perspectiva de lectura sobre la realidad misma. En este sentido, su objetivo se alineaba con el de los espectadores europeos que buscaban fomentar el pensamiento reflexivo en sus lectores con el fin de promover un cambio social que rectificase las injusticias y los errores del gobierno, tanto como los vicios del pueblo (Urzainqui Reference Urzainqui1995). Sin embargo, aunque su estilo también se alejó del tono libresco y de la consiguiente construcción erudita del discurso, no basó el atractivo e instrucción de la lectura en el acercamiento a la lengua cotidiana, sino en su extrañamiento. Esta estrategia buscaba tanto lograr un discurso “vivo y sostenido” (El Censor 137, 87), como consolidar la legitimidad del discurso ubicándolo en la tensión entre la erudición y el saber popular, entre la lengua de las calles de Buenos Aires y el latín de los textos sagrados.Footnote 21
Esta estrategia de composición no se limitó al nivel del vocabulario, sino que fue también la pauta de construcción de los personajes que nacían como puntos de condensación en el entramado de tensiones y que podían reconocerse por las características de su discurso. Castañeda construyó una red en la que cada personaje resultaba de un desdoblamiento de otro personaje (una puesta en abismo) respecto del cual se definía y asumía una función en la trama dialogal que componían las publicaciones.
El Despertador Teofilantrópico Misticopolítico, el primero de sus espectadores, puede pensarse como un desdoblamiento del propio Castañeda y su voluntad de abordar las noticias profanas vinculándolas con cuestiones religiosas que configuraran una lectura moral guiada por los principios católicos (Castañeda Reference Castañeda1820a, 11) función que, en su papel de predicador, buscaba cumplir con sus sermones. Sin embargo, este doble posicionamiento no carecía de tensiones. En el primer número del periódico, Castañeda instigaba al Despertador a atacar por escrito sin miedo a quienes escribían contra la religión (Castañeda Reference Castañeda1820c, 7) a lo que este contestó en el mismo número: “¡Cuán fácil es echar las cargas al vecino de enfrente! Más bien diría yo que los predicadores son los que deben insistir primero en esto para que los escritores sigamos después sus aguas; (…); colóquense los misioneros á la vanguardia, y abancen seguros de que nosotros tendremos buen cuidado de ultimar al enemigo cuando lo veamos mal herido. Predique V.P.R., y muera mártir para que nosotros mojando la pluma en su sangre demos color, y calor a la escritura como lo hacía el Dr. Sangredo…”(Castañeda Reference Castañeda1820c, 9–10).
La frase “vecino de enfrente” manifiesta tanto la proximidad de las posturas como su diferencia en la perspectiva, pero de inmediato propone un alineamiento en el que la palabra del religioso es la que debe guiar el discurso público. Hay, sin embargo, una paradoja subyacente en el hecho de que el periodista será quien habrá de “ultimar al enemigo” solo después de que el sacerdote “muera mártir” pues implicaría que la palabra sagrada sucumbiría ante la profana antes que a la inversa. Esta respuesta del Despertador implica la falta de efectividad del discurso religioso de la que se burla, pero no deja de expresar la deuda, ya que es su sangre lo que será tinta de los futuros escritos que, al final, la ultimarán.
La figura de Castañeda quedó en una posición intermedia donde se superponían, por un lado, sus atributos de hombre público (como sus opositores) que discutía “cuestiones que afectan al interés común desde la legitimidad que le otorga su facultad de pensar y su personal compromiso con el progreso moral y mental de la sociedad”, y, por otro, los de “orador sagrado que se dirige a los oyentes con la autoridad que le confiere su condición de expositor de la verdad revelada y la moral de la Iglesia” (Urzainqui Reference Urzainqui2009). Del mismo modo que su figura se desdoblaba, Castañeda operó una división en el referente al vincular los valores morales con el género femenino y los vicios con el masculino, y tomó esa fracción femenina como representación de la moral terrena que seguía a la moral divina personificada en la figura del fraile editor. Igual que sucedía con las pensadoras europeas, estas matronas rioplatenses solo podían hablar supeditadas a la figura masculina, al editor que habilitaba las páginas del periódico para que pudieran expresar su descontento sobre las conductas morales de los hombres y los gobiernos. La agencia de cada personaje de la red determinaba una jerarquía en la que Castañeda quedaba en la cima, pero al supeditar la publicación entera al interés de las matronas se formulaba una tensión en la que cada participante (editor y corresponsales) necesitaba del otro. Castañeda, entonces, aparecía rodeado de multitudes: por un lado, los hombres que habían perdido el rumbo y perdían a otros (tinterillos); y, por el otro, las matronas que representaban los valores de la familia en los que se basaba el orden social. Estos dos términos, construidos como opuestos, crearon una tensión que se buscó solucionar invirtiendo las jerarquías, creando las condiciones para que el género femenino asumiera cierta autonomía y desplazando la tutela de los maridos al fraile editor.
Las matronas que escribían en las páginas de las publicaciones resultaban figuras paradojales en tanto que estaban construidas con los rasgos tradicionales de la madre y la esposa (identidad definida por la posición relativa que asumía socialmente respecto de un hombre) cuya función primordial era proveer al funcionamiento del hogar (entendido como el espacio físico de la casa tanto como el ámbito familiar) y se las convocaba a participar del espacio abierto y público de la prensa, no como receptoras de un discurso masculino, sino como productoras de un discurso público escrito. Sin embargo, Castañeda entendía esta participación como una acción extraordinaria que era requerida por condiciones extremas (la incapacidad masculina de contener la violencia y organizar al pueblo en una sociedad moral) y construyó un espacio público cerrado (otra instancia en cierta medida contradictoria) en el que estos personajes expusieron su pensamiento en una situación análoga a la del confesionario, quedando sujetas a un espacio cerrado controlado por un hombre en plena arena pública. Las matronas de Castañeda eran tanto un desdoblamiento del pueblo —una imagen espejada y opuesta al pueblo masculino— y una representación de los valores morales, como la figura opuesta de sus enemigos en género (mujeres), en ideas (católicas) y en propósito (frenar la violencia en vez de instigarla).
Más adelante, surgieron El Suplementista que se encargaría de las cosas, asuntos, ansias y plegarias de Castañeda (Castañeda Reference Castañeda1820c, 117) y el Desengañador Gauchi-Político que se encargaría de “dar réglas para que Dios nos libre de gauchos, de federales, de chacuacos, de chotos, y de tantos putos indecentes que infestan hoy à Sud-América” (Castañeda Reference Castañeda1820d, 1). Estos dos personajes justificaban su existencia en la abundancia de materias que se debían cubrir en la prensa para poder dar al público una certera imagen de la realidad y, siguiendo la tradición comenzada por La Gazeta y el Semanario, continuada por Pazos Silva y retomada por Valdés, cada uno trató sus asuntos en espacios distintos obteniendo, de este modo, la posibilidad de disentir y criticarse entre sí como lo habían hecho el censor y el prensista, evitando conflictos del tipo de los que habían llevado al cese de La Gazeta en 1811.Footnote 22 El Paralipómenon (1820), “escudero” del Suplementista, venía a reponer la información oculta que dotaba de sentido la historia, tomando como eje una figura central en torno a la cual se leían los hechos. De este modo, su función era ampliar aquello que se expresaba en el Suplemento al Despertador (1820), una puesta en abismo de suplementos.Footnote 23
Los personajes-periódicos imbricaban sus funciones y sus áreas de injerencia replicando, en cierta medida, las tensiones y la violencia de los intercambios entre quienes ejercían el gobierno y sus opositores, interpelándose a partir de una lógica de dispersión, reagrupamiento e intervenciones súbitas propias de las montoneras que intervenían la ciudad (Román Reference Román2014a). En este contexto, los personajes femeninos adquirieron una relevancia específica que es producto de su construcción y de sus vínculos textuales.
La prensa y la ficción: Armas de combate por la definición de la Patria
El sistema de prensa de Castañeda significó una apuesta al poder de la palabra escrita para construir la realidad. El entramado de personajes no solo configuró un sistema ficcional que proponía una imagen deseada del mundo al mismo tiempo que dejaba en evidencia los temores que suscitaba, sino que implicó la construcción de un sistema de conceptos cuya definición misma estaba en pugna. En sus páginas, Castañeda se enfrentó a las publicaciones que apoyaban la reforma del clero, a las que promovían un modo de organización federal para el territorio y también a las hojas sueltas que circulaban por la ciudad y que, emulando la voz popular, construían una imagen de opinión pública que el fraile buscaba monopolizar. Estas voces escritas, que en varias ocasiones entraron a las páginas del fraile para ser recortadas, recontextualizadas y hasta resignificadas en sus locuciones mismas, ponen en evidencia la complejidad de las relaciones entre los sujetos de la sociedad rioplatense, y entre los conceptos que se buscaba definir para poder dar una identidad a la nueva nación. Las publicaciones no prescindían ni dejaban de lado la voz del enemigo, sino que la hacían propia para resignificarla. En esta operación es que Rosalía Baltar (Reference Baltar2013) reconoce la figura medieval del copista imbricada con la moderna del autor, en tanto que la recontextualización de la palabra ajena la cargaba de un nuevo sentido y permitía el desarrollo de un discurso satírico que podía tanto proponer una perspectiva, muchas veces, contraria a la del discurso de origen, como alterar la función textual convirtiendo textos literarios en comentarios políticos o pasajes bíblicos en frases hechas o comentarios cotidianos.
El alcance de la prensa, como discurso público, excedía a la comunidad que asistía a las misas y escuchaba los sermones y, al mismo tiempo, permitía un trabajo diferente con la lengua. La polémica que Castañeda buscó entablar y sostener con Cavia respecto a la reforma del clero se manifestó, por un lado, como un discurso injuriante frente a quienes la apoyaban, y por otro, como una propuesta de organización que cobraba cuerpo en la construcción de los personajes y en el planteo de las relaciones entre ellos. Sin embargo, la organización misma del discurso planteaba una violencia que contradecía la voluntad de orden que enunciaba de manera explícita. La violencia tuvo dos estrategias, el léxico y el fragmento.
En el nivel del léxico, Castañeda utilizó la propia lengua del enemigo en su contra tergiversándola, tomando morfemas que unía componiendo nuevos términos en los que construía significantes para nuevas realidades, torsionaba las palabras de sus oponentes para resignificarlas en su discurso. Pero no solo fragmentó las palabras, sino también los textos que sustraía de su contexto original y con los que formaba series que eran itinerarios de lectura con un efecto satírico o intervenía los textos con notas y comentarios invirtiendo las jerarquías al ubicar el centro de atención en el margen de la página donde el personaje comentarista era quien tenía la última palabra. Estas dos estrategias generaban un cerco para la palabra del enemigo que quedaba contenida entre fragmentos o comentarios, sometida a la voluntad de quien componía la página y le daba un lugar.
La pugna por el sentido cobró la forma de un mapa conceptual, un territorio leído a partir de la disposición de los discursos con relación al propio. Tanto la palabra letrada como la popular encontraron un espacio en las páginas de las publicaciones de Castañeda y fueron sometidas a una lectura que les dio nuevos sentidos. Sin embargo, hacer ingresar la palabra del otro en el discurso propio fue un acto de violencia por el que la voz ajena se vio intervenida y forzada tanto en su estilo como en sus ideas. De esta manera, se generó una ambigüedad que era producto de una actitud de atracción y rechazo hacia el discurso ajeno, atracción hacia esas zonas que permitían “explorar las posibilidades creativas de un campo lingüístico que se desvía de la norma” lo que producía tanto rechazo como fascinación y que logró controlar “a través de un proceso de ‘traducción’” (Rocca 2003, 104 citado por Schvartzman Reference Schvartzman2013, 125), mediante el cual la palabra del otro asumía otros sentidos. A partir de esta estrategia de dominación discursiva, los gauchos y las mujeres aparecieron en un espacio de debate público y letrado que les era ajeno, pero accesible por medio de una ficcionalización. Esta proyección de rasgos y voces transformó a los personajes en objetos ventrílocuos porque no pretendía otorgarles el derecho a la palabra ni franquearles el acceso a los debates públicos, sino crear personajes con intereses verosímiles en relación a su condición social que pudieran funcionar como representaciones colectivas y le dieran así un respaldo de legitimación popular a su discurso. Esas “ficciones de pueblo” que cantaban y escribían en las páginas de Castañeda eran construcciones “letradas de lo que debe ser un pueblo” (Pisano Reference Pisano2022, 25) según en el imaginario del fraile, pero con una pretensión de referencialidad simbólica que no le permitía quebrar por completo el verosímil. No se trataba de que esos personajes fueran creíbles como personas, sino de crear caracteres que continuaban con una línea crítico-satírica a la que los lectores de la prensa venían acostumbrándose desde las ficcionalizaciones de Vieytes (Martínez Gramuglia Reference Martínez Gramuglia2011), los desdoblamientos de Pazos Silva (Martínez Gramuglia y Rossetti Reference Martínez Gramuglia and Rossetti2017) y las redes abismadas de Valdés, estrategias que Castañeda unificó e intensificó para construir un sistema de prensa cuyos rasgos serían el puntapié inicial de la literatura gauchesca y la construcción de una condición de posibilidad para la participación de las mujeres en la prensa una década después.
A modo de cierre
La prensa del Río de la Plata demostró desde muy temprano cierta confianza en la capacidad de la ficción para transmitir ideas y promover la reflexión. Desde el ejemplo de Hipólito Vieytes (1805), cuyo epistolario ficcional ocupaba un breve espacio en las páginas del Semanario de Agricultura, hasta las publicaciones periódicas de Castañeda que construyeron una ciudad discursiva ficcional superpuesta a la urbe material a la cual le daba sentido, la confianza en el poder de la palabra para construir la realidad no hizo más que afianzarse y crecer.
Las estrategias discursivas que Francisco Castañeda puso en juego en sus publicaciones no eran nuevas para los lectores que habían asistido a la polémica entre Pazos Silva y Monteagudo, que había generado un desdoblamiento en el periódico La Gazeta (1810) hasta el punto de que se considerara las ediciones del martes y del viernes como periódicos diferentes. También habían leído los acalorados intercambios entre El Censor (1815) y La Prensa Argentina (1815) en los que Antonio Valdés ponía en escena un juego de espejos para desdoblarse en dos personajes y crear un intercambio reticular en el que también intervenía el editor de La Gazeta (1815), el padre Camilo Henríquez. Fue también en esa primera ficción reticular donde la sátira ingresó a la prensa ilustrada con el propósito de censurar los vicios y valiéndose de las posibilidades expresivas de la lengua popular.
Sin embargo, cuando en 1820, después de haber intervenido en la prensa periódica de la ciudad durante una década como interlocutor en diferentes publicaciones, Francisco Castañeda publicó su primer periódico, la realidad de la incipiente nación no le resultaba prometedora. La posibilidad de transmitir enseñanzas a través de los periódicos —objetivo de aquella primera ficcional ejemplar de Vieytes— se veía obstaculizada por el permanente estado de alteración social al que estaba sometido la sociedad debido a los constantes fracasos en los intentos de instaurar una forma de gobierno. Las posturas centralistas y las confederativas no lograban un acuerdo y la violencia de los enfrentamientos armados tuvo su correlato en el debate público. La ficción que Castañeda puso en marcha buscaba dominar la realidad imponiéndole un orden desde el plano discursivo.
La organización que Castañeda proponía se basaba en la comprensión de las relaciones sociales como extensión de las familiares por lo que su discurso configuró una imagen de nación que se asemejaba a la de una gran familia en la que los sacerdotes cumplían la función de padres, las matronas debían organizar la intimidad de los hogares siguiendo las preceptivas ordenadas por los sacerdotes y los hombres habían quedado relegados al lugar de los niños. Esta jerarquía implicaba un orden impuesto por los principios morales católicos que Castañeda hacía entrar en conflicto con las ideas roussonianas del Contrato Social, que entendía como factores de disolución de las jerarquías y, por lo tanto, de los valores que ordenaban la interacción humana en las comunidades. Desde su perspectiva, que las jerarquías debían ser producto de las aspiraciones sociales, de la voluntad de los hombres de ser más y mejores, lo que solo podía conseguirse siguiendo la guía moral de los sacerdotes y permitiendo que solo la gente más preparada asumiera cargos de responsabilidad en el gobierno.
Los personajes de Castañeda fueron matronas, frailes, gauchos y gauchas que exigían a los sacerdotes una acción concreta en favor de la paz, del cese de las hostilidades, que permitiera construir la nación en vez de desgastarse en luchas internas. El discurso de estos personajes descolocados, sacados de sus contextos habituales en el interior del hogar, en la parroquia y en la campaña, se construyó con una lengua también descolocada. La hibridación léxica y el montaje de fragmentos emulaba una realidad fracturada, una sociedad construida de elementos tan disímiles que no podían convivir sin tensiones y estallidos que explotaban en morfemas que se unían otra vez en elementos contradictorios, forzados a convivir en pugna. La lengua y el discurso que construía eran la viva imagen de la sociedad que los fraguaba, los personajes que escribían estaban construidos con los rasgos de los grupos sociales que no habrían podido acceder a esos espacios de enunciación, y cuya presencia en el debate no hacía sino denunciar la subversión de todo orden.
Castañeda utilizó estrategias que habían surgido de manera paulatina en la prensa, del mismo modo que los conflictos habían ido construyéndose a medida que se evidenciaban las diferentes interpretaciones del valor de la Revolución de Mayo. Durante esa primera década, la prensa había dado lugar a la ficción, a los desdoblamientos y al surgimiento de una crítica satírica letrada que usaba en su beneficio expresiones populares. Castañeda tomó todo esto y lo llevó al límite: la ficción excedió las páginas impresas para desarrollarse entre ellas y sobreimponerse a la realidad concreta, los desdoblamientos se abismaron al punto de que la ficción engendrara más ficción y la composición léxica dio vida a conceptos que permitieron nombrar una realidad inédita luego de haber estallado la lengua heredada para construir una expresión poética.